Unción sagrada

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09 feb 2018 / 18:22 h - Actualizado: 09 feb 2018 / 22:09 h.
"Pareja de escoltas"

Los trabajos del Instituto de Patrimonio han revelado la definitiva grandeza de la que, seguramente, es la obra cumbre de Juan de Mesa. Hablamos del crucificado de la Agonía, esa joya de la parroquia de San Pedro de Vergara que dejará las orillas luminosas del Guadalquivir para volver a las brumas y los valles de Guipúzcoa. Ha sido casi un año internado en los talleres de la Cartuja para recuperar, desbrozando capa a capa, la grandeza de una policromía única que nos abre una ventana al mismísimo momento de su hechura: el corazón del Siglo de Oro. El Cristo de Vergara también tiende lazos con la tradición clásica: es un Laoconte pasional que no ha dejado de beber del difundido grabado de la obra de Miguel Ángel, el mismo que el artista del quinquecento italiano había realizado para su amante Victoria Colonna y ya había inspirado –casi medio siglo antes– al crucificado de la Expiración de la Hermandad del Museo con otra envoltura artística y estética. Pero, más allá de todos esos vericuetos académicos, el Cristo de Mesa constituye un vehículo inmejorable hacia la trascendencia. La ambiciosa limpieza –ahí sí merecía la pena meter el hisopo a fondo– ha revelado una inexplicable unción sagrada que permanecía oculta bajo la terribilitá de los barnices oxidados. Aún tienen tiempo de ir a contemplarlo a la Capilla de Afuera del viejo monasterio de Santa María de las Cuevas. No dejen de rezarle.