Lo que estamos haciendo con la universidad pública española es para hartarse de llorar. Yo no pienso actuar así, mi triple condición de catedrático, periodista y ciudadano me lo impiden. El tema Cifuentes está bien destapado pero tiene un fondo doble: cargarse a una política y seguir matando a la universidad pública, la única que garantiza la libertad de cátedra.

Estamos en un país donde lo de «que inventen ellos» y «vuelva usted mañana» siguen vigentes, es decir, siglo XIX, rechazo del Estado a lo que convierte a una nación en una potencia –la investigación– y abuso de lo que más tortura a un investigador: la burocracia. Hemos desembocado en un país sin dignidad que se entrega a los sistemas de evaluación de la investigación impulsados por países con mentalidad puramente mercantil quienes, a su vez, delegan en grandes grupos editores de revistas científicas –vinculados a multinacionales– la valoración de la calidad investigadora en ciencias sociales y humanidades. Las multinacionales que controlan la investigación en el mundo la contemplan en sus apartados bussines porque para ellas no hay más investigación que la tecnológica, las ciencias sociales y las humanidades no son investigación aplicada.

El que inventen ellos lleva a lo que ya sabemos: de los 4.635 millones de euros de presupuesto público para I+D+I disponibles en 2017, se invirtieron 1.376, un 29,7 por ciento, la tasa de ejecución más baja desde que se registra este dato (2000) y la menor entre las 25 principales políticas del Gobierno en 2017. Numerosos y valiosos proyectos de I+D son rechazados porque no hay dinero –te dicen entre bambalinas– pero, al margen de que España sólo gasta un 1,19 por ciento de su PIB en investigación, frente a casi el 2,5 por ciento de media de Europa, es que se deja de invertir el poco dinero que se presupuesta. Luego llega la segunda parte: los investigadores estamos todo el año rellenando papeles, es imposible concentrarse en la investigación, mi correo electrónico se colma de convocatorias atractivas pero para que te cumplimentes los papeles en unas interminables gestiones telemáticas que aburren a cualquiera. Las universidades que encabezan los rankings no suelen castigar de esta forma a sus investigadores, hay que buscarse una gestoría para investigar, de hecho existen empresas para hacerte el papeleo. Por cierto, en los rankings las relaciones públicas, el dinero y el politiqueo son claves, no sólo la calidad de un centro. Pura lucha mercantil por lograr clientes