La verea

Valiente juventud

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Ezequiel García ezegarcia85
18 mar 2019 / 08:13 h - Actualizado: 18 mar 2019 / 08:16 h.
"La verea"
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No valen para nada. Sólo quieren beber y fumar. No tienen conciencia. Sólo saben gastar y pedir, pedir y gastar. Sólo hacen escuchar música y jugar a la Play. No saben ni decir buenos días. Han perdido los modales. Estamos apañados con ellos. A ver quiénes van a pagarnos las pensiones. Y, así, hasta un largo etcétera. ¿Les suena? Seguro que sí. Lo habrán escuchado en decenas de comidas familiares, barras de bar o incluso entre sus compañeros de trabajo sobre sus propios hijos. Están hablando de los jóvenes de hoy.

Desde que el joven es joven, es decir, desde que al mismo Adán le salió su primer grano juvenil allá por el Paraíso terrenal en su pavoneo con Eva, los que ya vamos tiñendo el pelo con canas -o directamente los que lo han perdido-, tendemos o tienden a usar la toga de adalides de la sabiduría plena ante lo que consideran una generación fracasada y perdida. Y como la media de edad de la cuadrilla o reunión en la que estemos supere los 45 años de media, esa afirmación se asienta como dogma. Mal camino.

Mi pregunta va para muchos de esa generación del baby boom que a veces sentencia más que opina: ¿Acaso ellos nunca fueron jóvenes? ¿Qué hubiera pasado si en esa década maravillosa de los 70 hubiera existido Spotify, auriculares diminutos, Facebook o el Instagram? Porque yo no sé ustedes, pero los mismos que critican a esa juventud de ir por la calle con los auriculares son los que queman el caralibro de cadenas y fake news. ¿O resulta que ahora en esos años 80 no había droga ni moría nadie por la dichosa heroína? ¿Ya nos nos acordamos de las letras de las canciones de antaño? ¿O es que la Ruta del Bacalao ha nacido ahora?

Quiero romper una lanza en favor de una juventud diferente, cierto es. Una generación, los millennials, que, vale, nos molesta que no conozca a Queen, Barrio Sésamo o incluso OBK, si me apuran. Pero que inunda de alegría e iniciativas las hermandades, parroquias, comedores sociales, ONGs y asociaciones juveniles de nuestras ciudades y pueblos, llenan los gimnasios para intentar mantenerse en forma e incluso no se ocultan en el miedo ni el secretismo gritando a viva voz que pertenecen a este o aquel partido político. ¿No ven en Sevilla un boom de los grupos jóvenes? Eso es buena señal.

Se ha derramado mucha tinta sobre los jóvenes. Lean esto: “Los jóvenes de hoy aman el lujo, tienen manías y desprecian la autoridad. Responden a sus padres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros [...] Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan el respeto a sus profesores”. No lo ha dicho tu abuelo, jefe o padre. Lo dijo Sócrates hace 2500 años. Entonces, ¿por qué esa insistencia en culpabilizar?

Tú, que me lees como educador, ya seas padre, abuelo, tío, educador o profesor -y todos sus equivalentes en femenino- no tires la toalla. Jamás vas a poder saber lo que siente un adolescente. Sólo intenta recordar al joven que no hace mucho fuiste y sé resiliente. Es decir: ponte en su lugar. También quieren un futuro, una familia, una pareja que les ame, o vivir la vida aventurera solos conociendo gente, comprometidos con el mundo de una forma u otra. Eso sí: márcale límites, porque la vida se los impondrá como una viga de hierro, pero hazle ver que sin ellos y su compromiso, el mundo se iría al traste. Sólo así, el título de esta humilde columna se convertirá en epíteto y no en un desprecio.