Dicen que cuando en agosto pasado murió Víctor Mora, hubo dos o o tres personas que confiaron en que la pérdida de tan insigne figura de la cultura española del siglo XX traería como compensación, sin duda, un mayor vuelco de las autoridades, de las instituciones, de los viejos lectores y de la sociedad en general hacia el mundo de los tebeos. Pero no. Efectivamente, la mayoría de la población, en este país curtido en las quinielas, atinó con el pronóstico: al carajo Víctor Mora, los tebeos, quienes los siguen haciendo y leyendo, la cultura española del siglo XX, quienes la siguen practicando y las chorradas esas de las compensaciones. No así los homenajes, que son la válvula de la olla exprés que permite evacuar las presiones de la conciencia sin necesidad de abrir la tapa de la indiferencia. Al fin y al cabo, dirán todos, ahí sigue Francisco Ibáñez vivito y coleando con sus 81 añazos, sonriente con todos sus Mortadelos, sus Sacarinos y sus Rompetechos, así que no existe necesidad alguna de precipitarse. Tiempo habrá de dedicarle un centenario. Pues sí: aquí, en España, tiempo por delante es lo que más gastamos. España es un país con unas vistas espectaculares al futuro. Lástima por esas dos o tres personas que creyeron que sería maravilloso para la sociedad en general y para los niños en particular aprovechar ahora para relanzar los tebeos y fomentar el aprecio por ellos, estimulando tanto su espíritu de primera lectura como su vertiente de arte adulto. Pero bueno, ya morirá gente y ya se hablará de eso. A lo que íbamos: Atlético de Madrid-Betis, ¿uno, equis o dos?