Varas de medir

03 may 2018 / 16:30 h - Actualizado: 03 may 2018 / 16:32 h.

Ni dos meses han pasado desde que algunos que pedían no legislar en caliente reclamen ahora meter el Código Penal en un horno de pizzería. Justo el tiempo que ha transcurrido entre dos hechos abominables: el asesinato del pequeño Gabriel y el abuso sexual (así lo escribo, porque así se ha sentenciado) de La Manada. Quizás el problema sea el perfil del delincuente. A la vista de la plebe y el buenismo, en uno concurren arquetipos de marginación, como ser mujer, negra o inmigrante, mientras que en otros son niñatos depredadores sexuales, con el agravante de pertenecer al Ejercito y a la Guardia Civil. Ya les digo a ustedes que si a Gabriel lo hubiera asesinado un hombre, español y Guardia Civil o militar se hubiera pedido para él el retorno del garrote vil desde el primer día de su detención. Y no, no se equivoquen. No me parece mal que la gente salga a la calle a pedir que se reforme el Código Penal. Me parece maravilloso, porque tiene lagunas impropias de un país civilizado. Lo que me llama la atención es por qué algunos ven venganza en reclamar justicia contra el asesinato de un niño y no la ven en el caso de La Manada. Los dos casos son repugnantes, pero no se tratan por igual. Ahora sale en libertad, después de 20 años, un violador no rehabilitado y le ponen vigilancia policial, porque volverá a reincidir. Si lo hace, volveremos a salir a la calle a pedir justicia, pero si lo mantenemos en la cárcel somos participes de un estado medieval y opresor. A ver si nos aclaramos.