Parece que fue ayer, pero lleva ya veinte años tocando el piano como profesional y componiendo como Dios. Recuerdo cómo lloraba su padre, el guitarrista y cantaor lebrijano Pedro Peña Fernández, viendo a su hijo desde un palco del Teatro Lope de Vega de Sevilla. Aquellas lágrimas en el rostro moreno de su padre venían de lejos, de cuando los gitanos de Lebrija se comían una puchera en un corral y Bernardo y La Perrata veían crecer a sus vástagos entre palmas a compás y bordonazos de Pedrito Bacán, que en gloria esté. Dorantes celebra estos veinte años con un nuevo trabajo discográfico, El tiempo por testigo, álbum recopilatorio con tres piezas inéditas y siete actualizadas, que estará en las tiendas a partir del 27 de este mes. De este gran músico se podrían decir muchas cosas, pero hay una que es imprescindible: siempre ha creído en lo que hace, contra viento y marea. Es un creador y los creadores tienen que creer en lo que componen. No lo tenía fácil, porque en su familia hay muchos artistas y algunos de ellos han hecho historia, como su tío Juan Peña El Lebrijano.