Verdades y trolas

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05 may 2017 / 23:25 h - Actualizado: 05 may 2017 / 23:25 h.

Marte Rodrigor labzgadoo.

Desconfío por principio de los moralistas, esos hipócritas que están detrás de las mayores atrocidades de la historia. Albergamos todos tantos monstruos, tantas cobardías y contradicciones, tantos miedos, tantas mezquindades, tantos delincuentes en potencia y tantísimos defectos en nuestro interior que raro será quien se encuentre en situación de dar lecciones a los demás. No, no se trata de dar lecciones, sino de dar ejemplo. Frente a la hediondez de los predicadores de lo correcto, orfebres del discurso moral, ¡cuánto se agradece el esfuerzo purificador de quienes, en algún momento decisivo, se dejan guiar por la verdad de su corazón y no por la conveniencia, el egoísmo, la consigna o la estrategia! Veo los debates políticos y sé de antemano lo que va a decir cada uno y con qué palabras. Comparece un político para hablar de un caso de corrupción en su partido (o en el de enfrente) y puedo describir su cara, sus gestos, su mensaje y el tono del mismo con un margen de error que haría palidecer de envidia a Guillermo Tell. Nadie es inocente y todo es una puta trola. Pero emociona que haya quienes todavía creen en alguna verdad y la defienden con honradez y autocrítica. El PSOE es, por ejemplo, un lugar donde a veces se ven milagros de este tipo, pese a todo lo que ha llovido y a las abundantes miserias que acarrea. La gracia del PSOE era que en los momentos decisivos de su historia reciente sabía decir sí cuando era sí y no cuando era no, que es lo único que importa en esta vida, más allá de si con ello ganas o pierdes, pues, siendo mortales, lo único que hay de valor en lo que haces es si con ello eres o no eres. En el alma de quien elige perder a cambio de seguir siendo él mismo hay un ejemplo para quien lo quiera seguir.