La vida del revés

Vergüenza en Mauthausen

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06 may 2019 / 07:15 h - Actualizado: 06 may 2019 / 21:20 h.
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  • El campo de Mauthausen, el día de su liberación. / Wikimedia
    El campo de Mauthausen, el día de su liberación. / Wikimedia

Que levante la mano el que crea que tiene algo triste que contar. Pero que sea tan, tan, triste que pueda exponerse en el centro de un campo de exterminio nazi, en Mauthausen, por ejemplo. Es decir, que levante la mano el que crea que en este mundo existe algo más triste que el Holocausto. Nadie ¿verdad? Ya lo sabía yo.

Sería difícil que cualquiera, con un mínimo de inteligencia y en su sano juicio, fuera capaz de levantar la mano. Porque en Mauthausen, Auschwitz, Dachau o Ravensbrück se logró que la condición humana se tambalease a base de denigrar a millones de personas tratándolos peor que a los animales. Mucho peor que a los animales. Allí sucedió el capítulo más negro e infame de la historia de la Humanidad. Unos matones de tres al cuarto sin escrúpulos y convencidos de que lo que hacían era maravilloso puso en jaque la esencia del ser humano. Ya siempre estará en entredicho. Uno de esos matones, por cierto, llamaba a los españoles que estuvieron en Mauthausen ‘mis cerdos’. Lo digo por el tuit que la señora De Gispert (sí, la que fuera presidenta del Parlament de Cataluña) ha dedicado a los políticos constitucionalistas en el que les llama cerdos.

Pues bien, sería difícil que alguien alzase la mano salvo que hubiera cerca un independentista catalán con cargo. En Cataluña también se cumple eso de que los ciudadanos son mucho mejores que los políticos que les representan en las instituciones públicas.

Vergüenza en Mauthausen
La ministra española de Justicia, Dolores Delgado durante uno de los actos de homenaje a los españoles que estuvieron presos en Mauthausen. / EFE

Ayer se rendía homenaje a los 9.300 españoles que estuvieron presos en el campo de Mauthausen. 5.117 fueron asesinados de diversas formas. Y durante el acto que se celebraba, junto a la placa que colocó Raül Romeva hace un par de años, la directora general de la Memoria Democrática de la Conselleria de Justicia de la Generalitat de Cataluña, Gemma Domènech, recordó la situación del político y de sus socios encarcelados por saltarse la ley cometiendo delitos que se juzgan en el Tribunal Supremo. Dijo que era triste para la democracia. Triste junto al conocido como ‘muro de las lamentaciones’ del campo de Mauthausen. Más torpe no se puede ser.

Alguien debería recordar a esta mujer que lo triste para la democracia española es que un grupo de políticos iluminados creyera que podía hacer cualquier cosa sin pagar un precio, que lo triste es que alguien como ella puede mezclar la idea anacrónica y tóxica que representa cualquier nacionalismo con la mayor tragedia de la historia poniéndola al mismo nivel.

La ministra española de Justicia, Dolores Delgado, abandonó ese acto al escuchar las proclamas de la señora Domènech y continuó con los actos libres de política barata en honor de los españoles asesinados por los nazis. Yo, desde luego, se lo agradezco enormemente. Depositó unas flores dejando claro que bajo esa otra placa las flores eran para todos. Luego regreso a la instalada por la Generalitat a dejar flores allí también. Los independentistas solo dejaron en la suya. Lamentable.

Además de aburridos, estos políticos independentistas, provocan tensiones absurdas, innecesarias y gratuitas. Mezclan libertad de expresión con el Holocausto, la política con la justicia, la ideología con la fe en líderes de cuarta. Todo lo que rodea a los políticos independentistas apesta a falta de elegancia y de inteligencia.

Qué pena tener que aguantar tanta tontería para nada.