El camino de la cruz se abre hoy, viernes de dolores, con tantos carteles en los que hay nombres que muchos no quieren ni mirar. Pero son las opciones, los candidatos, lo que hay. Quien dé más, que dé un paso adelante. Es fácil señalar y murmurar desde la muchedumbre. O mirar a otro lado. O no participar siquiera.
El domingo de ramos suele ser simpático, porque los candidatos estrenan trajes y alguna propuesta que aún les quedaba en el tintero, pero enseguida los veremos en la vía dolorosa de estas santas semanas en las que se anunciará cualquier cosa con tal de hacer ruido. Es necesario movilizar al gentío. Por la calle, por las redes, por la tele. En eso están todos de acuerdo. Hasta Judas. Hasta Barrabás.
El problema de fondo es a quiénes realmente se van a crucificar, a qué grupos, a qué clases sociales, a qué tipo de gente, y quiénes van a resucitar. Por eso Pilatos se desgañita preguntando: ¿a quién preferís? Y se sigue extrañando, tantos siglos después, de la respuesta de la gente. Se sigue quedando estupefacto, anonadado, sin palabras, con la palangana en ristre para lavarse las manos.