En la Trinidad, ya está todo preparado para el Viacrucis que mañana presidirá el Cristo de las Cinco Llagas. Superado ya el debate de la idoneidad de la elección de esta joven imagen justo en el Año Jubilar de la Misericordia, toca ahora sacarle partido a este único acto conjunto de todas las hermandades en la Cuaresma. Papeleta de sitio extraordinaria, cartel y guía exclusiva dan pruebas del mimo y la ilusión puestas por la hermandad en esta salida del Crucificado que talló Luis Álvarez Duarte en 2002. Sin olvidar, el regocijo que ha causado en la hermandad la inclusión en el nomenclátor de la ciudad de su titular, precisamente en una calle que recorre cada año en su viacrucis de Reglas del Miércoles de Ceniza, junto a la sede de la vecina hermandad de Los Gitanos, cita obligada de la cofradía cada Sábado Santo. Lo demás ya está de más.
Ahora, siguiendo las recomendaciones del arzobispo, Juan José Asenjo, debemos volcarnos en sacar partido espiritual a este tiempo de Cuaresma que llenamos de actos, a los que asistimos casi por compromiso, y que pocas veces cargamos de sentido.
El recorrido que el Cristo de las Cinco Llagas –esta vez, tristemente, sin el López en el martillo– haga desde la basílica de María Auxiliadora hasta la Catedral será muy hermoso. El camino de regreso, ya de noche, quizás con frío, si nos atendemos a las previsiones, ofrecerá estampas únicas y una oportunidad para el recogimiento. Pero no olvidemos que tanto el trayecto de ida como el de vuelta, que no dejan de ser sendos traslados, tienen otro fin: facilitar el rezo de las 14 estaciones del Viacrucis en la Catedral, en este caso con una imagen que acompañamos cada Sábado Santo; un ejercicio espiritual propio de este tiempo litúrgico que invita a reflexionar con calma en torno a lo que celebraremos en las calles en cuestión de 35 días.
Aprovechemos esta oportunidad, o tantas otras –pueden consultar la Guía de Viacrucis editada por este periódico, que, aunque le faltan tres (Bendición y Esperanza, San Bernardo y el Cristo del Mayor Dolor del Dulce Nombre), por razones ajenas a este periódico , es la más completa que pueden encontrar, además de los que organizan las parroquias, los conventos y otros colectivos–, para acercarnos con calma a esta representación de la Pasión y Muerte del Señor, a esta forma de revivirla, de meditarla. Dejemos de lado los debates estériles que ya hemos visto que no nos llevan a ningún lado, por más que se hagan con la mejor intención, y a ver si, fijándonos en lo importante, vemos con claridad lo accesorio.