Hace sesenta años mal contados, Televisión Española comenzaba a mostrar, a través de las pantallas de los televisores, la vida de nuestro país, y demostrando, efectivamente, que tras la dura posguerra la gente quería sonreír, llorar... ser después de un duro destierro material y espiritual.
Hace sesenta años bien contados (sin crónicas pero con abundantes testimonios) comenzaba su caminar otra forma de mirar la vida desde fuera, la que imprimió, ya a sus primeros miembros, la experiencia del Cursillo de Cristiandad, que tuvo en nuestra ciudad a don Publio Escudero como inspirador y modelador de un camino a seguir.
La Televisión Española contaba la vida de todos de tal forma que, quien se ponía delante de sus programas, tomaba conciencia de la grandeza de una tierra en la que volvían a germinar el trigo y la amapola sobre la cizaña y el cardo. Cursillos de Cristiandad, desde entonces y hasta ahora, ha sembrado rosas y cosecha rosales, ha llenado de sentido la vida de muchas personas y, con la fuerza del Espíritu Santo, resucita a los muertos y levanta de la basura al pobre. No es oro ni plata, pero lo mismo que TVE, quien la vio en aquel entonces, quien nació a esa realidad, ya jamás mirará la realidad de la misma forma.
Ayer, toda la comunidad de Cursillos en nuestra Archidiócesis, celebró festivamente su Preferia de Colores en la Hacienda Ochoa, cosechando un importante éxito y congregando aproximadamente a 450 personas, cursillistas y no cursillistas, que continúan ese magnífico «boca a boca» de la «experiencia que hay que vivir», creando un «gusanillo» que puede deshacerse del 20 al 22 mayo, cuando tendrá lugar en Sevilla el cursillo 741.
Los sacerdotes Eduardo Martín Clemens y Antonio Mellet Márquez, consiliarios del Movimiento, pueden serles de ayuda para entender qué significa ser de Cursillos, cómo ilumina la vida y qué supone para los que aceptaron la propuesta seguir andando por el camino de Emaús.
Una cosa es segura: ver la vida con las gafas de Cursillos hace que, al contrario que con la tele, pasemos del blanco y negro a la completa efusión de colores y matices de la vida. Cambia por completo, alumbra por completo, inspira por completo. Lo dice un cursillista del 740, que todavía, alguna noche que otra, se advierte impactado, emocionado, agradecido a las manos que le llevaron y a los que le abrazaron en medio de ese tiempo sin tiempo de tres tardes y dos noches.
La televisión ahora no es la misma que hace sesenta años. Cursillos de Cristiandad quizás tampoco, pero conserva, como los buenos vinos y las esencias caras, un poso inefable de verdad y de autenticidad. Cuando llegas, eres blanco y negro; cuando sales, eres Tecnicolor. Y si hacen el cursillo, lo comprenderán.