La verea

Votando, que es gerundio

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Ezequiel García ezegarcia85
17 feb 2019 / 13:34 h - Actualizado: 17 feb 2019 / 13:39 h.
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  • Votando, que es gerundio

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Hubo fumata blanca. Será el 28 de abril, segundo domingo de Pascua, cuando los españoles vayamos a las urnas de nuevo, con los zapatos aún llenos de cera nazarena en las suelas y la túnica por recoger de la tintorería. La tercera vez que tendremos que echar el papelito blanco y sepia para elegir presidente en los últimos cinco años, etapa, por cierto, clave para el desarrollo económico de un país que, a pesar de sus políticos, sigue despertándose día a día para funcionar.

El relator le ha salido caro a Sánchez. Ha sido un presidente que ha gobernado de espaldas a su partido y que ahora deberá forjar un auténtico programa de gobierno con un equipo preparado para tal fin, y no este batiburrillo improvisado de ministros y ministras con más escándalos que aciertos, algunos de ellos, incluso, sin haber atendido a los medios en este embarazo político.

Toca forjar alianzas. Los que me conocen saben que soy de los que opina que debe gobernar siempre la lista más votada. Así lo defendí en su momento en las municipales de 2015 sin vendas, pero a nivel nacional, el contexto ha cambiado por completo. Y usted lo sabe. Un buen amigo mío socialista y politólogo de Andújar, curtido en miles de campañas y experto en comicios electorales, me comentaba hace unos años que, muy a pesar de sus ideales, en las ciudades y pueblos de España debe gobernar siempre la lista más votada, y escuchar al pueblo en las urnas. Y me explicaba por qué.

En primer lugar, porque la ciudadanía no suele encajar con buenos ojos, a largo plazo, que dos partidos que se han ‘tirado los trastos’ durante cuatro años, ahora puedan olvidar sus rencillas por un sillón o una concejalía y salgan unidos en una foto uniendo y estrechando sus manos.

En segundo lugar, porque de las coaliciones siempre sale un partido reforzado y otro denostado. Suelen beneficiar estas coaliciones al más fuerte. Y así se ha demostrado a lo largo de estos últimos años en ciudades como Madrid, por ejemplo, donde Carmena saldrá, casi con total seguridad, con más fuerza que el PSOE madrileño.

En tercer lugar, las coaliciones pueden hacer desaparecer a partidos nucleares de los ayuntamientos. Ocurrió con el PA en Sevilla o en la Junta de Andalucía, y con Izquierda Unida a nivel parlamentario en España tras fundirse en Podemos, provocando su práctica desaparición como fuerte marca política en el espectro nacional.

En el cuarto punto me remarcaba que una coalición no refleja la voluntad del pueblo. El tópico de que en política nadie pierde es una falacia. La mayoría se la lleva un partido, y es lógico que se respete lo que la ciudadanía ha elegido en primer lugar. Y me sentenciaba de que las sumas en políticas para desbancar al ganador son, y cito, “una auténtica traición a las urnas, porque si de antemano el destino de partidos ideológicamente semejantes los va a llevar a unirse, que presenten candidaturas conjuntas”.

Y por último, concluía, el pueblo en sí. La persona, antes o después, castiga al que intenta quitar de en medio al vencedor, provocando crispación. Y de este riesgo, todos son conscientes. De esta charla hablábamos allá en 2011 por las municipales que se venían. Ahora tenemos unas Elecciones Generales claves ante la que se avecina en el contexto mundial. Si no ves, querido amigo, que el mundo está echando el freno, no eres consciente de dónde vives. Italia en recesión, Gran Bretaña sumida en problemas internos, EEUU reforzando su economía a nivel local y el eje franco-alemán debilitado hasta el extremo de dejar a una Europa sin rumbo fijo. Y en medio, España.

Tendremos el 28 de abril papeletas donde elegir. Multitud de variables y un sobre que marcará el destino de, al menos, dos años. Y es más que evidente que las opciones, al final, se reducen a dos en nuestra tierra: una gran coalición del PSOE de Sánchez con la confluencia de una denostada Podemos y sus mareas y comunes; o bien el otro gran núcleo de centro-derecha que fluctúa entre un Ciudadanos que no terminará de dar el sorpasso, un PP en caída libre y la irrupción de VOX que podría ser tercera fuerza política.

Sin los nacionalistas en el convite de los pactos -aprenda, Pedro Sánchez-, deberá gobernar no el partido más votado, sino el sector ideológico mayoritario, porque así ha querido la sociedad polarizar y sintetizar lo que los partidos nos ofrecen. Y sólo así podremos asegurarnos, al menos, un par de años de tranquilidad en el comienzo de una década de los 20 que se presenta totalmente opuesta a la del pasado siglo. Al tiempo.