Y los sueños, sueños son

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12 may 2018 / 19:02 h - Actualizado: 12 may 2018 / 21:12 h.

Caminar desnudo por la calle, perder los dientes, volar (o intentar correr y no moverse del sitio) conversar con tus familiares muertos... todo es posible mientras duermes. Hay personas a las que no les gusta soñar. Les inquieta profundamente la falta de lógica y control que implica el abandonarse a la actividad caprichosa de nuestra propia mente mientras descansamos. En cambio, hay quien se siente verdaderamente frustrado porque el recuerdo borroso de sus sueños se desvanece en segundos al momento de recobrar la conciencia. ¿Quién no ha despertado en mitad de la noche inmerso en una bella y más o menos absurda historia y no ha querido volver a retomarla diciéndose por favor, por favor, quiero seguir soñando un poco más?

Eso es lo que pretende un experimento del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) la institución universitaria más prestigiosa del mundo en el terreno de la investigación y la educación tecnológica. Los científicos del MIT han creado un dispositivo al que han llamado Dormio que detecta en qué momento la persona está entrando en la fase del sueño más ligero, llamada hipnagogia, y que es una especie de transición entre estar despierto y estar dormido. Esa duermevela parece ser que es la fase en la que los sueños son lúcidos y creativos, por lo que el aparato aprovecha para introducir unos estímulos, por ejemplo palabras clave, que puedan dirigir el sueño al contenido deseado.

¿Que usted quiere soñar con caballos? Pues programa el Dormio (que por cierto ha sido diseñado para uso fácil en el ámbito doméstico) para que le diga, por ejemplo, ‘crines al viento’ en el momento justo y le induzca un microsueño lúcido según sus deseos. Luego, en el momento en que el dispositivo detecta que está usted entrando en la fase de sueño más profundo, la despierta para que pueda recordar y contar lo que ha soñado. Pues vaya gracia. Yo prefiero renunciar a todo mi potencial onírico de por vida. Dos veces me despierta a mí el Dormio cuando estoy cogiendo el sueño y estrello el invento contra la pared.

Pues no. Parece que esta técnica es útil y viene de lejos. Cuentan que Thomas Alva Edison, el inventor más importante de EEUU (que tiene una biografía de película) solía echarse una corta siesta con una bola metálica en las manos. Cuando empezaba a dormirse, la bola se le caía al suelo y el ruido lo despertaba. ¿Para qué? Para poder recordar esos microsueños que en ocasiones proporcionaban solución a las investigaciones que tenía entre manos. También dicen que Dalí y Edgar Allan Poe utilizaron técnicas similares para ‘atrapar’ las ideas creativas que les surgían en estos estados de hipnagogia. Claro que, bien mirado... habría que ser un genio para que despertarte en lo mejor de un sueño merezca la pena.

Lo que está claro para los del MIT es que es posible hackear los sueños e introducir en ellos temas y tramas intencionadamente, lo cual no me tranquiliza en absoluto. El empeño en descifrar el extraño simbolismo de los sueños ha estado presente en todas las culturas y a lo largo de toda la historia de la Humanidad, primero con un valor mágico y premonitorio y más adelante considerándolo el reflejo de los conflictos y dificultades cotidianas así como de los traumas personales de los individuos. No obstante, la existencia de patrones comunes a todas las personas induce a creer que es posible sistematizar y manipular el universo onírico. La ciencia ficción ya no es tan ficción, pero por si acaso yo prefiero que me dejen dormir.