El Betis regresó al infierno hace casi un año y aún no está nada claro que vaya a volver a la élite a finales del curso, pero está dando cada vez más pasos para tranquilizar a su fiel infantería. Hay indicios para todos los gustos, así que elijan bando. Para ser algo pesimistas: el tiempo perdido con Velázquez no le permite fallar más, mete petardazos impropios de un buen equipo y hay posiciones en el plantel muy mal cubiertas. Sin embargo, hay mucho en lo que creer: tiene al mejor portero, al mejor delantero, a un técnico bastante competente y es un experto histórico en ascender a la élite. Ahora que se nos enreda la lengua con vocabulario cofrade, es conveniente recordar que tenemos ya delante al bacalao y que por tanto, empieza el último tramo. El más importante en esta cofradía.
Vista la clasificación, y en lo concerniente al Betis, el ascenso está en los 11 partidos que restan y apenas importan los 31 episodios ya contemplados de esta infumable serie llamada Liga Adelante. Mientras Pepe Mel amenazaba con concentrar a los suyos en esta Semana Grande –aunque luego lo negara en público, como Pedro–, algo me decía que el mal momento por el que pasan todos los equipos a lo largo de esta travesía ya lo sufrió el Betis, más allá de altibajos típicos. Y lo supo sufrir. Con un técnico que no aportaba y jugadores mal gestionados no se descolgó y en cuanto las cosas funcionan mínimamente está líder. Ahora quiero ver yo cómo gestionan su crisis Las Palmas y Valladolid, cuyos picos de forma se esfumaron ya claramente, antes de este último tramo decisivo. No es lo mismo entrar en barrena que saber arañar un mínimo de puntos cuando se te cae el equipo. Y ahí también se ve a los buenos equipos. El Betis, pese a todo lo negativo, lo es en esta Segunda División. Ya queda menos, un solo tramo, el que antecede a uno de los logros que más satisfacción producen al aficionado –olviden títulos, claro–: salir del alcantarillado y pasear de nuevo por las calles de Primera. Qué alegría da eso...