Ajedrez en la escuela

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09 ene 2017 / 07:18 h - Actualizado: 09 ene 2017 / 07:20 h.
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El año pasado, el Congreso aprobó la implantación y fomento de la práctica del ajedrez en escuelas y espacios públicos. La decisión fue unánime. Lógicamente, la colaboración de las comunidades autónomas se fijó como característica esencial de ese proyecto y, además, la autonomía de los centros educativos quedó garantizada.

El programa Ajedrez en la escuela es el que quiere dar forma a una decisión que fue acogida con agrado por todos los actores en el ámbito de la enseñanza.

Aunque el proceso de implantación está siendo lento a nivel nacional, en Sevilla capital son 80 colegios los que ya ofertan el ajedrez durante este curso. Queda mucho camino por recorrer aunque el comienzo es prometedor. Posiblemente, habría que informar a los padres y a los propios alumnos de los beneficios que proporciona la práctica del ajedrez. Todo sería mucho más rápido de lo que está siendo.

El ajedrez hace que los niños desarrollen actitudes y rentabilicen aptitudes que son fundamentales para su desarrollo lógico, intelectual y personal. Planteado como una herramienta alternativa a los procedimientos más convencionales, ha quedado de sobra demostrado que los mecanismos de pensamiento mejoran de forma ostensible. No se trata de conseguir formar campeones de ajedrez sino de elevar las capacidades de concentración y de atención; de lograr un desarrollo de la memoria que permita al niño acceder al conocimiento con mayor facilidad; de capacitar a los menores para que la lógica ordene su forma de entender las cosas. Por otra parte, el juego del ajedrez invita a desarrollar hábitos más que saludables para una persona en fase de aprendizaje. El silencio, la concentración, el respeto por el que se encuentra enfrente, la intuición, la capacidad de análisis de situaciones que ponen en peligro lo que uno mismo ha construido, la percepción sensata y sosegada de los problemas que hay que resolver o la creatividad ante situaciones que son difícilmente superables.

No hay que olvidar que, en ajedrez, cada movimiento provoca una reacción y que esa responsabilidad es del jugador y solo de él. Por tanto, si los niños logran entender que lo que hacen provoca que su vida se modifique y se logra que intuyan las consecuencias y las responsabilidades, si los niños entienden que antes de hacer algo hay que pensar en cómo hacerlo y en si conviene hacerlo, será motivo suficiente para celebrar que el ajedrez se implante con fuerza en las escuelas andaluzas y del resto de España. Lo que no puede ser es que el programa Ajedrez en la escuela se quede en una cuestión cosmética y poco más.

El informe PISA valoró, muy por debajo de las medias, las capacidades del alumnado andaluz. El ajedrez es, sin duda, una alternativa para lograr que la situación mejore. Por supuesto, la implantación del proyecto es clave para que los resultados lleguen lo antes posible. Si los hábitos de estudios mejoran gracias a la práctica del ajedrez y eso hace que los rendimientos escolares terminan siendo el correlato perfecto, el objetivo estará logrado.