¡Basta ya, señores!

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19 oct 2017 / 23:40 h - Actualizado: 19 oct 2017 / 23:40 h.
  • ¡Basta ya, señores!

Si bien es cierto que en la carta que envió ayer Puigdemont a Rajoy se dice que no se declaró la independencia de Cataluña, también lo es que se añade una amenaza explícita al Gobierno de la nación con la que intenta condicionar su respuesta; es decir, incluye un chantaje. Si Rajoy activa los mecanismos para aplicar el artículo 155 de la Constitución, el presidente catalán afirma que la declaración de independencia se producirá.

Volvemos a estar frente a una actitud impropia de un político responsable, estamos ante actitudes que quieren parecer sensatas cuando son extravagantes, tramposas y peligrosas. Puigdemont, apoyado por un grupo de iluminados, no acierta a entender que la senda democrática es coincidente con la que marca la legalidad vigente y que esto es algo irrenunciable para el Gobierno de Rajoy o para cualquier otro que pudiera sustituir a este. Es eso, precisamente eso, lo que se pedía que hiciera Puigdemont: regresar a la legalidad. Desde otro lugar no puede establecerse un diálogo ni nada que se le parezca.

Sin embargo, tampoco podemos olvidar la dejadez, la falta de visión política del presidente Rajoy y de su Gobierno durante los últimos años. Haber llegado a este punto es un desastre y la parte de culpa de Rajoy no puede negarse. Si desde este diario hemos sido contundentes al mostrar el apoyo sin fisuras al Gobierno de España, tampoco hemos ocultado que los errores de este Gobierno son los que son. Pero ante las amenazas de Puigdemont la unidad de todos los españoles es imprescindible. Habrá tiempo de valorar la gestión de este Gobierno en las urnas. Hoy, toca arrimar el hombro.

Ahora bien, tal vez existe una posibilidad de no saltar al vacío. Al fin y al cabo, Puigdemont ha reconocido que no declaró la independencia. Lo afirma de forma bastante clara aunque lo acompañe de una serie de afirmaciones impropias de un presidente autonómico decente. Pero lo afirma y no deja de ser una puerta abierta para que Rajoy pueda tomarse un respiro y dejar un tiempo para la reflexión de las partes.

¿Por qué habría que tomarse un respiro? Rajoy y Puigdemont son políticos y todo lo que hacen tiene que ver con los votos que conseguirán sus partidos en el futuro. Rajoy tiene la calculadora en la mano y sabe que todo este asunto le puede reportar grandes beneficios; Puigdemont sabe que la calculadora de ERC es la que está aportando datos positivos y la que tiene él en el bolsillo es un desastre. Si un paso atrás le fuera a reportar un buen puñado de votos lo daría hoy mismo y sin pensarlo dos veces. No hay que olvidar que todo esto que estamos viviendo es política y, por tanto, la táctica ha ordenado cada movimiento. El verdadero problema es que hay millones de españoles preocupados, sintiendo angustia y miedo, hartos de tanta estupidez y de tanta carta ambigua. Por eso hay que decirlo alto y claro: dejen de tener como rehenes a los españoles, dejen ya este un juego político que nos conduce a un conflicto social que ya está en las calles, a un desastre económico que es monumental, a una desafección extraordinaria de los españoles respecto a la política. Basta ya de majaderías y de engaños. Basta ya, señores.

El señor Rajoy no puede ceder ante los chantajes de unos delincuentes que han decidido dar un golpe a la democracia sin precedentes. Eso es algo evidente. Pero si tiene que hacer algo que lo haga rápidamente, que no se alargue más esta situación. El Gobierno tiene la obligación de actuar con un movimiento inequívoco, casi quirúrgico, porque los españoles tenemos derecho a conocer nuestro futuro y a saber si vivimos bajo el amparo del Estado de derecho. Sin olvidar que las mayorías absolutas se consiguen a base de tener ideas brillantes y no conflictos graves sin solucionar eternamente.

Por su parte, el señor Puigdemont debería entender de una vez por todas que para la inmensa mayoría de los españoles, es un delincuente. Que por más que quiera parecer astuto lo que deja claro su forma de hacer las cosas es que marear la perdiz resulta patético cuando quien lo hace es un político al que se le suponía un mínimo de sensatez. Puigdemont debería comprender que los intereses políticos de su partido son una insignificancia con respecto a la dimensión del problema que ha creado. Y que el engaño al que ha sometido a cientos de miles de personas es grotesco. El independentismo es una idea más que legítima. Pero la información sesgada, la manipulación, el adoctrinamiento en los centros de estudios y las mentiras vertidas por él y sus secuaces sobre lo que supondría el procés, es, sencillamente, lamentable. El señor Puigdemont representa la falta de vergüenza de un mal estadista.

El resto de políticos deben hacer un esfuerzo por mantener la calma. Desde hace unas semanas, cualquier declaración de un líder de formación ha podido causar tensión y daños irreparables. Ahora eso no puede ser, conviene ser prudentes y ayudar a solucionar el asunto si es que eso es todavía posible sin generar situaciones violentas. Ya sabemos que personajes como Pablo Iglesias o Ada Cola aprovecharán, sea lo que sea que ocurra, para buscar ventajas políticas. Pero el resto deben colaborar para intentar un arreglo que no convierta las calles de Cataluña en un infierno, para evitar que la economía catalana y, de paso, la española, se vean perjudicadas seriamente, para que los catalanes sigan su vida normal, para que las instituciones catalanas sigan siendo las mismas.

Es necesario que los políticos tengan presente que los intereses de los españoles deben estar por encima de cualquier otra cosa. Todos y cada uno de ellos. Y, a partir de ahí, hacer lo mejor para el bien común. Todos. Los que están en el terreno de la legalidad, los que no lo están e, incluso, los que no saben ni donde están aunque traten de dar lecciones al resto.

Ha llegado el turno del señor Rajoy y no puede fallar al dar solución a este problema.