La corrupción de la política española ha sido colosal durante muchos años. Una vergüenza que ha dañado la imagen de España en el exterior y que ha causado una sensación de desengaño y hartazgo en la sociedad española difícil de solucionar.
Ayer se conocía la sentencia del caso Palau o, lo que es lo mismo, se ha conocido la condena a una forma de hacer política en Cataluña que llevará el 3 por ciento como estigma por siempre jamás.
El pujolismo encontró una forma de sobrevivir a base de cobrar mordidas a los empresarios y estuvo explotando la fórmula durante años sin que sucediera nada. La antigua Convergència, acorralada, cambió de nombre queriendo dejar atrás un pasado lleno de trampas e irregularidades. Y lo más lamentable de todo es que logró el objetivo en parte. Si se analizan los resultados electorales sorprende que los votantes catalanes no hayan castigado de un modo más severo el pasado turbulento de un partido político. Los que fueron causantes de expolios injustificables siguen en el mismo lugar en el que estaban.
Resulta preocupante que la corrupción sea algo tan habitual en el día a día de los españoles como para que parezca algo normal e imposible de erradicar. Se ha llegado a un punto en el que el menos corrupto parece que es bueno.
En cualquier caso, la sentencia es clara y señala a las personas aunque también a la antigua Convergència.
Por otra parte, el Partido Popular vuelve a estar en el disparadero por casos de corrupción que se van a juzgar. Ayer, comenzaba el juicio por la tercera pieza de la Gürtel en Valencia que tiene que ver con las campañas electorales de 2007 y 2008. Entre otras cosas, son nueve los empresarios acusados los que han confesado que realizaron pagos irregulares al PP para financiar esas campañas.
Son muchos los casos de corrupción, son muchas las ocasiones en las que la política ha quedado manchada para siempre y son muchos los políticos decentes de este país que no lo parecerán tanto gracias a que algunos corruptos no han tenido escrúpulos en saquear las arcas públicas para llegar a pagar bodas de hijos o cualquier otra cosa. El nivel que han alcanzado los corruptos para realizar sus fechorías en España es bochornoso.
La corrupción debe desaparecer del panorama político español si se quiere llegar a una situación de estabilidad que permita al ciudadano poder volver a creer en los partidos y en los políticos.