Democracia sólida

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16 mar 2017 / 23:26 h - Actualizado: 17 mar 2017 / 08:08 h.
  • Democracia sólida

Si algo ha quedado claro, tras celebrarse las elecciones generales en Holanda, es que el pueblo es el que decide finalmente y que las opciones destructivas o tóxicas son detectadas por los votantes sin grandes problemas. Dicho de otro modo, hay que acudir a las urnas masivamente (como han hecho los holandeses) para ejercer el voto y decir, de este modo tan saludable, sí o no a las propuestas que hacen los políticos. Porque en democracia hay que tener claro que pueden aparecer grupos políticos que manejen ideas dudosas e, incluso, peligrosas. Pero se les puede decir que no. Esa es la verdadera democracia. Las encuestas realizadas en Holanda han vuelto a fallar porque, esta vez, el índice de participación se ha disparado hasta algo más del 80 por ciento y eso no estaba en el guión.

El político populista suele culpar de todos los problemas a un grupo determinado para quedar exento de responsabilidades. Y esta vez, los holandeses han dicho que lo que está ocurriendo no es culpa de los que nacieron en otro país, de los que creen en un dios diferente o de los que son más morenos de piel. Esta es la gran falacia que los populistas europeos de extrema derecha esgrimen como arma para justificar todo aquello que ocurre y tiene tintes negativos.

Por otra parte, a la Unión Europea le viene más que bien un resultado como este que supone un espaldarazo a la continuidad del proyecto común. El gran alboroto populista puede hacernos creer que es la corriente política que llega como un tsunami aunque, en cuanto los votantes se movilizan, se acaba el espejismo. Esto sirve si hablamos de populismos de un lado o de otro.

Llegado este momento es un ejercicio de responsabilidad acudir a votar en cada ocasión que nos reclaman.

En Holanda ha ocurrido algo a lo que ya nos empezamos a acostumbrar en todos los países europeos. Nada de mayorías absolutas y la obligación de llegar a acuerdos a través del diálogo entre las distintas fuerzas políticas. Algo que resulta, también, agradable y beneficioso. Y en Holanda, es posible, que haya ocurrido lo que irá sucediendo durante los próximos meses en Alemania o Francia. Los ciudadanos votarán e impedirán que formaciones políticas que tienen como gran objetivo acabar con inmigrantes o con la propia Europa, tengan que mirar desde los escaños cómo el pueblo decide vivir con cierta normalidad y en paz.

Afortunadamente, la solidez de los sistemas democráticos europeos está siendo la mejor de las opciones para enfrentar problemas que, aunque no son menores, quedan relegados a un puesto secundario en la política.