Hay sevillanos que llevan años sumidos en una interminable batalla por poder conciliar el sueño los fines de semana. Los vecinos de la Macarena, Los Remedios, Arenal y Alfalfa son los sufridores de la movida nocturna, cuyos ruidos –tanto el de los bares como en la propia calle– colisiona frontalmente con su estado de bienestar. Hasta decidieron unirse en una plataforma vecinal, Sevilla Cívica, para hacerse fuertes y pedir a las administraciones «mano dura» frente a los ruidos que se cuelan a altas horas de la madrugada en sus hogares. Con todo esto por delante, la reciente aprobación del decreto de la Junta que, entre otras materias, permite poner música en las terrazas de los bares, supone todo un mazazo para sus intereses. La norma no es aplicable ya. De hecho, está en manos de los ayuntamientos, que tienen 18 meses de plazo para su aplicación. En esa tramitación, sería conveniente escuchar a todas las partes en conflicto, pero teniendo en cuenta que en esta balanza no debería anteponerse los intereses de los negocios al de los vecinos y su merecido derecho al descanso.