Cuando todo hace pensar que el monstruo de la corrupción política ya no puede crecer más, un nuevo escándalo es conocido. La fatiga de los ciudadanos se convierte en otro monstruo insaciable que se alimenta en los informativos, en la radio o en la prensa escrita, y genera un desánimo, una desconfianza y un hartazgo, descomunal.
Los casos de corrupción parecen haber tomado el relevo al cuento de nunca acabar.
Todos los focos apuntan, hoy, al Partido Popular. Lo que parece ser que ha ocurrido en Madrid, durante el tiempo que ha presidido esa comunidad autónoma Esperanza Aguirre, es demoledor. No obstante, como ya es costumbre, nadie dimite, nadie sabe nada y nadie quiere dar un paso al frente para contar lo que ha estado sucediendo durante años.
Esta vez es el Partido Popular el que debe esconder sus vergüenzas. Lo está intentando por todos los medios. Sin querer moverse apenas. Aunque alguno de sus dirigentes se anima a hablar y dice cosas como que los partidos opositores están intentando ganar en los juzgados lo que las urnas no les conceden pase lo que pase. Esta es una afirmación que debería ser suficiente para cesar fulminantemente al que la hace, dadas las circunstancias.
Son muchos los partidos políticos que se han quedado atrapados en el légamo de la corrupción. Todos los que han tenido que gobernar tienen un expediente casi aterrador. Y son muchos sujetos los que, por lo que parece, se han enriquecido con dinero público. Seguramente se irán sumando otros muchos. Y empresarios cegados por la codicia. Y funcionarios colaboradores. Devolverán una pequeña parte de lo robado. Lo que les embarguen los jueces. Poco más.
Si las noticias que se han publicado durante los últimos diez años son exactas y sumamos las cantidades que aparecen como dinero público robado, la crisis hubiera sido mucho menos cruel para todos los españoles. Y si analizamos los valores que han defendido algunos de esos políticos corruptos y que, por tanto, han puesto en entredicho con su actuación, no han dejado ni uno solo en un estado medio aceptable.
Por otra parte, comienza a representar un insulto a la inteligencia de los españoles, esa estrategia utilizada por muchos que consiste en no saber nada. Es algo que podría decir un militante de base; pero si lo dice alguien que ha presidido un Gobierno y los que tenía alrededor, siendo de su máxima confianza son encarcelados o investigados; todo parece teñirse del color de una tomadura de pelo que puede ir del azul al rojo pasando por una amplia gama de colores.
Es necesario que la tan esperada regeneración política se convierta en una realidad. De no ser así, el camino de los populismos extremistas se convertirán en vías anchas, sin obstáculos.