Las pateras siguen cruzando el Mediterráneo con rumbo a nuestro continente cargadas de personas desesperadas. Hombre, mujeres y niños, intentan llegar a suelo europeo jugándose la vida a bordo de embarcaciones que son, muchas veces, poco más que un flotador atado a una tabla. Y, mientras, la población europea sin alcanzar a comprender que esto es algo inhumano que no deberíamos consentir.
Ya es hora de entender que la tragedia humanitaria que suponen estas travesías mortales es un lastre que una civilización no puede soportar salvo que esté en plena decadencia. Si es verdad que los seres humanos tienen como misión la de cuidarse unos a otros, está claro que el fracaso es rotundo.
Los naufragios y muertes de estos días apenas ya ocupan espacio en los medios de comunicación tapados por corrupciones, por escándalos relacionados con los paraísos fiscales o por sucesos que siendo igual de terribles se venden mejor por ser novedosos.
Solo el personal de la Cruz Roja Española, de Salvamento Marítimo, de la Guardia Civil y los miembros de las ONG’s involucradas en la atención a los que llegan desde el mar, sin papeles y sin futuro; solo ellos, son los que saben qué está ocurriendo y son los que hacen algo valioso por los cientos de personas que llegan a las costas españolas. Muchas veces se juegan la vida en las operaciones de salvamento. La inmensa mayoría de la población (encabezada por políticos impasibles que miran de soslayo y no son capaces de sacrificar ni un euro de más o un voto en las siguientes elecciones) se ha acostumbrado de tal forma a esta tragedia que ya no es consciente de bañarse en unos mares y unos océanos convertidos en una fosa común de dimensiones colosales.
El pasado jueves fueron más de 300 inmigrantes los que se lograron rescatar en las costas andaluzas. El Mar de Alborán, Cabo de Gata y el Estrecho fueron los escenarios en los que se produjeron los rescates. Y es raro el día que no se producen llegadas, rescates o naufragios, en esos mismos lugares.
Sería de agradecer que este asunto se tratase por el Gobierno de la Nación y por el de las distintas Autonomías, como una tragedia que nos hace dudar de una condición humana que debería servir para que el sentimiento solidario evitase tanto dolor, tanta pobreza y tanta muerte.
Resulta imprescindible que las sociedades de todo el mundo doten de los medios necesarios a los más desfavorecidos, para que puedan lograr un nivel de progreso suficiente, para que sus sistemas económicos y sociales impidan migraciones de esta índole. Porque todas las personas del planeta deben alcanzar una dignidad que nunca tendrían que haber perdido. Y, si todas las naciones del mundo con capacidad suficiente deberían ayudar sin mostrar duda alguna, España tiene la obligación, además, de recordar a los miles de ciudadanos que emigraron desde nuestro país buscando un futuro en otros lugares. La memoria no puede perderse nunca para entender el presente y poder dar solución a los problemas.
Nada nos haría más humanos que cumplir esa misión que es nuestra y debemos cumplir: cuidar unos de otros.