Internet y su agujero negro

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21 ene 2017 / 23:35 h - Actualizado: 21 ene 2017 / 23:35 h.

Es algo evidente que las redes sociales se han llenado de todo tipo de perfiles y que, por tanto, los mensajes que podemos encontrar van de lo inteligente a lo repugnante, pasando por lo violento o lo ridículo. Por tanto no es raro que algunos de esos mensajes sean verdaderamente insultantes, graciosos o irrelevantes. Porque, tal y como están las cosas, cualquiera que disponga de un dispositivo conectado a internet, puede decir, sencillamente, lo que se le pase por la cabeza.

Internet nació sin un control especial que delimitase los derechos de los usuarios, sus deberes, lo que se pudiera hacer dentro de la legalidad o lo que sería perseguido; creció de forma muy rápida y, ningún Gobierno del mundo, ha sido capaz de legislar al ritmo necesario. Internet es muy veloz en su desarrollo y los Gobiernos son muy lentos reaccionando ante las novedades que han ido globalizando el mundo.

Los mensajes en redes sociales pueden llegar a tener una difusión extraordinaria y; si son una mentira, una noticia falsa o un chiste insultante que hace gracia a los usuarios; es cierto que pueden provocar ciertos inconvenientes a las personas e incluso a las empresas. Los jueces están dejando claro que eso no puede ser y se están haciendo esfuerzos importantes para que, al menos, sepamos que las consecuencias existen y una acusación falsa o una noticia tóxica para los intereses de terceros, llegan a ser castigados por la ley si eso procede.

Pero si los usuarios de internet deben ser conscientes de los daños que pueden provocar, los jueces deben ser cuidadosos para no convertir las sentencias en desproporcionadas o inexplicables.

Hace unos días, el Tribunal Supremo condenaba a César Augusto Montaña Lehmann. Este hombre es el cantante de la banda musical Def con Dos. Ha dicho muchas cosas en las redes. Una de ellas: «Cuántos deberían seguir el vuelo de Carrero Blanco». Si hubiera que poner un ejemplo que reflejara el mal gusto, la impertinencia y la falta de gracia; si hubiera que poner el ejemplo de lo que es un comentario fuera de lugar; este sería uno de los candidatos. Solo un idiota, que quiere hacer ruido en la red para que le atiendan, puede hacer algo así. Pero no parece que, tal y como afirmaba la Audiencia Nacional, la intención de este sujeto fuese «defender los postulados de una organización terrorista». Un mal chiste, una grosería o un comentario fuera de tono, no puede convertirse en un delito de enaltecimiento del terrorismo cuando parece que no lo es. Lo que dijo Montaña Lehmann es, sencillamente, un comentario estúpido que se juzga por si solo.

No hay que olvidar que la libertad de expresión es un derecho que los ciudadanos pueden ejercer. Lógicamente, los límites existen y hay que respetarlos. No se puede llegar a esa idea de libertad de expresión en la que cabe todo tal y como defienden algunos. Y, tampoco, se debe olvidar que la ciudadanía no entiende algunas cosas que provocan cierto escándalo. Por ejemplo, en las redes se preguntan cómo es posible que a este sujeto le condenen a un año por un comentario desafortunado, grotesco y de gusto discutible; cuando, cada día, los medios de comunicación pueden editar varias páginas o emitir horas de debate sobre asuntos gravísimos en los que, aparentemente, no pasa nada.

Hay que conseguir que internet deje de ser el paraíso de aquellos que creen poder decir cualquier cosa. Pero conviene buscar la fórmula para que la proporcionalidad sea adecuada.