Menú

La incapacidad de Sánchez

Image
29 sep 2016 / 23:33 h - Actualizado: 29 sep 2016 / 23:36 h.
"PSOE","Susana Díaz","Pedro Sánchez"

Pedro Sánchez está políticamente muerto y, tal vez, todavía no lo sabe. No sería extraño que fuera ajeno a lo que está pasando porque, si echamos un vistazo a lo que ha sucedido desde que fue nombrado Secretario General del PSOE, ni ha parecido enterarse de gran cosa de lo que sucedía a su alrededor, ni ha sabido hacer una lectura de los resultados electorales, ni ha escuchado con un mínimo de atención los mensajes que enviaban buena parte de sus compañeros de partido.

Un político con el empaque suficiente, con un punto de astucia necesaria para gobernar una maquinaria tan poderosa como es el partido que ha intentado liderar; sin esa carga angustiosa que ha de generar el ansia de poder; no hubiera dejado que la situación llegase hasta este extremo.

La pregunta necesaria y obligada es: ¿de qué extremo hablamos?

Por una parte, estamos asistiendo a la desintegración de un partido absolutamente fundamental en la democracia española. La izquierda moderada, dialogante y absolutamente necesaria en nuestro sistema político, es representada por el Partido Socialista Obrero Español. Podrá gustar más o menos, será un partido que obtenga mejores o peores resultados electorales, pero es indiscutible que dota a nuestro país de una estabilidad que no podemos abandonar a su suerte o, lo que es peor, entregar a alguien que ha demostrado su absoluta incapacidad para organizar, estructurar y dirigir, el partido al que pertenece. Afortunadamente, militantes socialistas hay muchos. Y, afortunadamente, algunos de ellos han sido, son y serán, la cara amable, moderada, prudente y sensata, de esa militancia. Ya lo comprobamos con Felipe González y lo estamos comprobando con Susana Díaz; dos políticos en los que se suma el pasado, el presente y el futuro del socialismo español.

Las luces rojas de alarma se han encendido y parpadean alocadas allá donde miremos. Y no está ocurriendo desde hace unas horas. Lucen desde hace meses, desde que Pedro Sánchez comenzó a convertir el PSOE en algo parecido a una caricatura de lo que fue. Su partido es, ahora, su propio interés (el de Sánchez), sus propios miedos e inseguridades (los de Sánchez), las ganas de un sujeto (Sánchez) de progresar en política olvidando el interés de su propio partido y, sobre todo, el de toda una nación. Sí, porque el empecinamiento de Sánchez negando al Partido Popular la posibilidad de formar un gobierno en minoría, ha logrado, por ejemplo, que la bolsa española no sume enteros al ritmo que prometía la recuperación económica; que la inversión extranjera sea cautelosa en exceso y siga a la expectativa; que los empresarios esperen pacientemente a que tengamos un Gobierno. Sí, a algo tan elemental como es eso. Nadie sabe a qué atenerse desde hace meses gracias a una postura rígida y cercana a lo que ya parece interés personal.

La parálisis, la incapacidad política de Sánchez, ha logrado paralizar e incapacitar todo un sistema. Y estas son palabras mayores. Un país que trata de salir adelante, tras soportar la mayor crisis económica de todos los tiempos, no se puede permitir algo así.

Por otra parte, los votantes socialistas andan desconcertados, casi sin aliento. Miran estupefactos cómo las divisiones internas están generando una situación que nadie sabe cómo acabará. Aunque todos intuyen que lo hará en tragedia. ¿Cabe la posibilidad de encontrarse con un partido escindido, completamente fracturado? Dadas las circunstancias, claro que es posible.

Se puede intuir la tragedia aunque, en estos momentos, todo parezca una comedia de enredo de tres al cuarto.

Es importante señalar que quedan votantes socialistas que siguen firmes y fieles a pesar de todo. Aunque es verdad que muchos más son los que han pasado a engrosar el grupo de enfrente. Eso sí, todos huérfanos. No es extraño, por ello, que el PSOE, desde que Pedro Sánchez es Secretario General de esa formación política, encadene resultados electorales pésimos y desesperanzadores para los más leales. El desconcierto es tan abrumador que ha anulado, en algunos casos eliminado, a votantes que, durante años, habían confiado en un partido histórico, bien soportado ideológicamente y sólido en su estructura.

Es posible que el cese de Pedro Sánchez no sea suficiente como para que el PSOE levante el vuelo. Quedan pendientes los escándalos de corrupción, queda instalada la mediocridad de algunos elementos que seguirán haciendo de las suyas (no hay que olvidar que estos últimos movimientos han sido toscos, poco elegantes y asusta pensar que todo queda en manos de alguien sin otro recurso que ese para tomar posiciones), queda un vacío ideológico preocupante. Pero, al menos, todo indica que los que terminen al frente del PSOE no jugarán a las alianzas peligrosas e injustificables, no jugarán con la carta del egocentrismo en la manga, no jugarán a la negación como único argumento. Y, así, los españoles, todos, podrán disfrutar de algo tan elemental como un Gobierno que les proporcione tranquilidad.

Pedro Sánchez está políticamente muerto y, tal vez, todavía no lo sabe. Alguien debería advertirle de ello.