La Justicia acabará con los independentistas

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12 ene 2018 / 23:45 h - Actualizado: 12 ene 2018 / 22:56 h.
  • La Justicia acabará con los independentistas

La payasada en la que ha convertido su posible investidura el señor Puigdemont es digna de atención y estudio posterior. Si no estuviera en juego el futuro de Cataluña y de los catalanes y, por tanto, del resto de España y los españoles, sería muy divertido seguir la evolución del problema. Pero esto no es un juego y Puigdemont no parece querer asumir que no puede seguir bloqueando una situación que empeorará si el ex president continúa queriendo inventar soluciones al margen de la ley.

El gran cambio que se ha producido en la política catalana, desde que los independentistas intentaron dar un golpe de estado, no se ha conseguido aplicando el artículo 155. Rajoy no ha querido utilizar con contundencia las posibilidades que le ofrecía la propia Constitución española y ha dejado un número excesivo de problemas sin afrontar. No se entiende, por ejemplo, cómo la televisión catalana sigue siendo una máquina propagandística al servicio del independentismo. Para aplicar un artículo de las dimensiones del 155 hay que tener mucho valor y saber que el coste político será elevado aunque el bien producido para el conjunto de la sociedad será, también, especialmente importante. Rajoy eligió una aplicación blanda buscando el menor desgaste político y las encuestas dicen que Ciudadanos ya es el partido con mayores posibilidades de ganar las próximas elecciones. Rajoy ha perdido y los españoles han perdido. Y por todo ello, se puede afirmar que ha sido el poder judicial el único que ha sido capaz de detener el independentismo catalán más agresivo.

La cárcel es una trituradora de personas, de ideas, de intenciones y de romanticismo místico. Pisar una prisión o la posibilidad de hacerlo hace que las percepciones vayan cambiando. Y hace que el miedo tome protagonismo en la vida de las personas. Es evidente que Artur Mas, Carles Mundó, Carme Forcadell, Joaquim Forn o los Jordis, miran la realidad desde un lugar distinto al que transita Puigdemont para continuar jugando a ser el político más ridículo, mediocre y tóxico, que ha conocido Cataluña en toda su historia. Desde una guarida a miles de kilómetros se pueden pedir heroicidades a los demás, sacrificios o donativos. Se puede pedir mucho, pero dar la cara es más difícil como está sucediendo en el caso del que fue president de Cataluña. Los que fueron héroes comienzan a ser más olvidados de lo que ellos creen; ya han dejado de querer ser los más independentistas del universo y se convierten a la legalidad española para abandonar las propuestas de Puigdemont; y este roza el ridículo político.

Son algunas las voces que comienzan a cuestionar la prisión preventiva que cumplen Junqueras, Forn o los Jordis. El juez interpreta y aplica la ley. Nadie ha podido demostrar que se haya cometido una sola irregularidad. Se puede pensar en que la medida es más o menos severa, pero lo que no tiene discusión es que estos señores presuntamente cometieron delitos gravísimos y deberían haber pensado antes en las consecuencias de sus actos. Si algo ha quedado claro después de tanto alboroto y tanto sufrimiento es que intentar acabar con la integridad nacional no le sale gratis a nadie en este país.

Los informes de los letrados del parlament y los encargados por el Gobierno son muy claros al señalar la investidura que pretende Puigdemont como contraria a la ley. Y, desde luego, lo que está claro es que es contraria al sentido común, es un insulto a la inteligencia de todos los españoles incluidos sus votantes. Los resultados electorales del pasado 21 de diciembre han proporcionado a los independentistas la posibilidad de formar Gobierno. En España esto es posible. Pero lo que no puede ser es que Puigdemont siga retorciendo los reglamentos para hacer lo que le da la gana, lo que no puede ser es intentar vivir al margen de la ley.

El independentismo se resquebraja. Y esto es sólo el principio. En el País Vasco, cuando el poder judicial hizo su trabajo, ocurrió lo mismo con Herri Batasuna. Es cuestión de tiempo que las grietas se hagan mucho mayores y definitivas. Y es cuestión de tiempo que el político más mediocre que se ha conocido durante los últimos cuarenta años desaparezca para dejar que Cataluña disfrute de una merecida estabilidad.