Si se agrupa a los alumnos que obtuvieron de media 35 puntos menos en Ciencias que el resto de sus compañeros (datos recogidos en el último informe PISA), tienen mayores probabilidades de llegar tarde o de faltar algún día al instituto, participan menos en clase y reconocen tener menor satisfacción con su vida personal; estamos hablando de los estudiantes de 15 años que pasan más de seis horas conectados a internet tras asistir a sus centros de estudios. Este es un dato más que preocupante que no parece molestar en exceso a nadie cuando, muchos profesionales de la psicología ya señalan estos hábitos como una clara adicción. Los aporta la OCDE en el último de sus informes.
Si estos datos ya son preocupantes por sí mismos, todas las alarmas saltan al saber que más de un tercio de esos chicos y chicas afirman sentirse mal o muy mal cuando no están conectados a las redes sociales o a cualquier rincón virtual utilizando sus dispositivos, sean del tipo que sean.
Estamos ante la causa, al menos ante una de las más considerables, que tiene un resultado demoledor entre los jóvenes estudiantes: mal resultado académico, distanciamiento de la realidad y un grado de satisfacción muy bajo con lo que representa su vida. Por tanto, el problema es grave.
Toda la comunidad educativa, en la que se encuentran incluidos los padres de los jóvenes, deben plantearse seriamente cómo solucionar este problema. Solo un criterio único, consensuado por todos, puede aliviar las consecuencias de algo que ha llegado en muy poco tiempo y que no es una moda pasajera.
Habría que analizar si un niño de 11 años necesita un teléfono móvil y para qué es útil tener conexión a internet a una edad en la que lo importante en la lectura, adquirir hábitos de estudios sólidos y conciencia de la realidad que, por otra parte, no tiene nada que ver con el mundo virtual. El 50 por ciento de los niños de esa edad poseen un móvil.
Tanto docentes como padres deben establecer una línea de actuación para evitar que internet deje sin el lugar que corresponde al estudio, a la reflexión y a la lectura. Las nuevas tecnologías no son malas por definición. Un uso adecuado de ellas es especialmente satisfactorio, pero los datos del informe que ha presentado la OCDE resultan inquietantes y pueden convertirse en un lastre muy pesado para que el desarrollo intelectual y de la personalidad sean los más adecuados entre los jóvenes españoles. ~