Miembros y miembras

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10 ene 2017 / 23:00 h - Actualizado: 10 ene 2017 / 23:11 h.

El lenguaje es algo vivo que se va modificando con el tiempo. Por muchas razones. El uso es una de ellas; las políticas lingüísticas es otra. Sirvan de ejemplo. Pero eso no significa que podamos destrozar el idioma por capricho de unos o de otros. El lenguaje es una herramienta muy extraña que solo el ser humano tiene a su disposición para comunicarse; y el idioma es el gran patrimonio de las sociedades y, por tanto, de las personas. Estamos obligados a cuidar de él haciendo el mejor uso posible.

Actualmente, está abierto un debate en toda España acerca del uso del lenguaje de tipo inclusivo; es decir, sobre esa forma de decir las cosas nombrando los dos géneros principales del castellano: niños y niñas, andaluces y andaluzas e, incluso, miembros y miembras, algo que se ha llegado a escuchar cuando el que hablaba llevó a un extremo ridículo su intento de hacer presente a la mujer en la sociedad y dar importancia a su figura. Unos creen que es absolutamente innecesario, lesivo para el idioma y, además, la mujer sigue ocupando el mismo lugar en la sociedad por lo que el efecto que genera ese uso del lenguaje es estéril. Otros defienden que este tipo de cosas es necesario para que las diferencias de género sean menores y que el lenguaje inclusivo servirá para alcanzar los objetivos de igualdad más rápido. Sin embargo, parece que son pocos los que tienen presente que el lenguaje es el que es y que no se puede hacer cualquier cosa con sus estructuras y sus reglas porque, entre otras cosas, el castellano se ha ido construyendo durante siglos y casi todo está inventado y colocado en su justo lugar. Cargar un problema social sobre el lenguaje y encontrar una excusa al hacerlo con la que destrozar su uso no parece la mejor solución

La lengua española dispone de dos géneros principales: femenino y masculino. Los defensores del lenguaje inclusivo afirman que el uso del género masculino englobando al femenino es excluyente. En realidad, es todo lo contrario. La gramática española denomina género marcado al femenino y género no marcado al masculino. Esto quiere decir que si nos referimos a los niños podemos estar haciéndolo a los niños y las niñas. Sin embargo, si decimos «las niñas están esperando» quedan excluidos los varones. Así es nuestro idioma.

No hace mucho, en este mismo diario, uno de sus columnistas hablaba de cómo se refería a sus cuatro hijos (tres varones y una mujer) llamándolos hijos. No encontraba fórmula posible para referirse a ellos con una sola palabra sin excluir a ninguno de ellos. Es una característica del idioma castellano y solo algunos casos muy concretos quedan fuera de la norma general (se habla de monjes sin incluir a las monjas, por ejemplo). Esta es una de las razones por las que el desdoblamiento termina siendo algo forzado, algo que dificulta el discurso y, además, no aporta gran cosa si nos centramos en los resultados conseguidos respecto a la igualdad de género.

¿Qué sentido tiene decir, por ejemplo, todas nosotras y todos nosotros estamos contentas y contentos? Además de inútil resulta poco estético. Por supuesto el uso de la arroba (que no es una letra sino un símbolo que no se puede leer) es imposible de asumir como algo práctico y enriquecedor de lenguaje o una vía útil con la que conseguir una mejor posición de las mujeres en la sociedad.

El uso del singular y del plural también tendría un valor genérico («El papel de la madre en la estructura familiar»; habla de todas las mujeres y no de una en concreta, es decir, con el singular se habla de todas sin exclusiones); construcciones como «hay que acomodarse» se refieren a cualquier persona... ¿Hay que comenzar a poner en tela de juicio el idioma en toda su extensión?

Es verdad que la mujer ocupa un lugar en la sociedad en el que no tiene privilegios, que las diferencias entre hombres y mujeres son patentes. Cobran menos en los puestos de trabajo similares a los de los varones, su maternidad resulta una lacra para sus carreras profesionales, soportan un índice de desempleo mucho mayor que el de los hombres... Todo esto es verdad y hay que buscar una solución. Pero ¿hacer un uso incorrecto del lenguaje lo es?