El sevillano Juan Ignacio Zoido Álvarez, ministro de Interior, se enfrenta a dos retos de suma importancia. El referéndum ilegal que se está planteado en Cataluña es uno de ellos. La amenaza yihadista es el otro. Dos asuntos que pueden trazar un camino más o menos pacífico que todos los españoles deben recorrer.
El tono que se emplea por parte de los independentistas catalanes en sus discursos no invita a pensar que las cosas vayan a ser fáciles de aquí al 1 de octubre próximo. Unos dirigentes que hacen de la discrepancia una razón por la que se puede cesar a un miembro del gobierno catalán, unos dirigentes que tratan de ocultar sus propias carencias y su propia corrupción detrás de una consulta sin garantías democráticas o legales, políticos que creen que pueden saltarse cualquiera de los límites que marca la Constitución como si eso fuera algo sin importancia, un gobierno catalán que presiona a funcionarios, alcaldes y miembros de su propio partido; es lo que tiene el ministro Zoido enfrente. Tendrá que ser rotundo al tomar decisiones. Ante situaciones como esta, lo que se espera de un ministro de Interior es tranquilidad, seriedad y ni un paso atrás ante movimientos perjudiciales para todos los españoles.
Zoido se muestra tranquilo y cree que no habrá que aplicar el artículo 155 de la Constitución o la Ley de Seguridad Nacional. Pero las posturas se endurecen y el sentido de Estado de Zoido o su clara idea de lo que es y representa España, tendrán una importancia decisiva en un proceso que el propio Consell de Garanties ha señalado como inconstitucional.
A pesar de ser nombrado ministro no hace mucho (4 de noviembre de 2016), Zoido se enfrenta con otro de los grandes problemas que tienen la mayor parte de los países occidentales. La amenaza yihadista modificará su fisonomía en los próximos meses. Que lo que queda del llamado Estado Islámico se encuentre acorralado hará que sus integrantes retornen a países de origen o a los que ofrezcan refugio. Por ejemplo, Ceuta y Melilla podrían convertirse en destino de regreso para algunos de los que, ahora, huyen tras ser derrotados. Esto significa que el número de posibles terroristas aumentará y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se verán en la obligación de aumentar la presión sobre ellos. Por todo ello, que el aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco haya supuesto una quiebra del que se llamó espíritu de Ermua no es buena noticia. Porque ante el terrorismo no puede haber fisuras entre las fuerzas políticas ni la ciudadanía. Ante el terrorismo de ETA o yihadista. No hay diferencia.
Zoido, a pesar de los problemas que ha tenido dentro de su ministerio y de unas declaraciones no del todo afortunadas sobre la labor de algunas organizaciones dedicadas al salvamento y cuidado de inmigrantes, se ha mostrado como un hombre serio, cabal y preparado para ser un muy buen ministro de Interior. Llega el momento en el que tendrá que demostrar su templanza y su buen hacer al frente de un ministerio que, en España, siempre ha ido especialmente difícil.