No al ojo por ojo

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20 jun 2017 / 23:45 h - Actualizado: 20 jun 2017 / 23:45 h.
"Sociedad"
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Todos los atentados terroristas que se cometen en el mundo son salvajes, injustos y crueles. No puede hacerse ningún tipo de distinción entre unos y otros. Ni siquiera se pueden definir por los daños causados puesto que una víctima no tiene menos valor que varias. El sufrimiento es proporcional, evidentemente, porque el número de personas y familias afectadas es mayor, pero un acto terrorista lo es sea cual sea el número de muertos y heridos causados o los daños materiales provocados.

Los efectos de un ataque terrorista son demoledores y extraordinariamente peligrosos.

A los muertos y heridos, hay que sumar el miedo de la población que, en el caso de los países más castigados, está dando una lección de entereza. Las ciudades siguen teniendo una vida normal aunque atenazadas por la amenaza que supone conocer que en las calles hay personas dispuestas a realizar cualquier tipo de actos que provoquen daños irreparables, sujetos muy difíciles de controlar.

Y se suma, desde el lunes pasado, una posible reacción que los gobiernos tienen la obligación de anular y que consiste en atacar, como en el caso de lo sucedido Londres, a la comunidad musulmana. Este tipo de actos hace que las sociedades se encuentren ante el abismo de una violencia incontrolable que empeoraría la situación gravemente. No puede contestarse a los violentos con una violencia similar. Si las sociedades condenan los ataques perpetrados por los yihadistas con energía y todos los medios a su alcance, no pueden hacer algo distinto con las reacciones violentas de ciudadanos europeos en contra de un grupo numerosísimo de personas que, en su inmensa mayoría, están alejadas de ideas fundamentalistas. La mayor parte de la población mundial repudia la violencia y el terrorismo. Los terroristas siempre fueron pocos aunque muy ruidosos dado su nivel de fanatismo y agresividad.

Las reglas del juego, de las que se presume en Occidente con mucha razón, son las mismas para todos y no pueden derribarse con el odio, con el rencor o con una violencia semejante a la que utilizan los yihadistas. Eso sería condenar a la sociedad a entender el mundo tal y como lo hacen un grupo minoritario que quiere sembrar el terror en el planeta entero..