Parece que los líderes de algunos países están dispuestos a demostrar que todo puede ir a peor aunque parezca que no hay motivo alguno para que sea así. Donald Trump ya se estaba encargando de caldear el ambiente del planeta a base de generar tensiones desde su cuenta de Twitter y respondiendo a las provocaciones de líderes como Kim Jong-un que ya ha prometido, alguna vez, grandes desastres si no se respetan sus formas de entender las cosas. Parecía que Trump, sin apenas ayuda de nadie sería capaz de complicar las cosas de forma casi grosera. Pero no ha sido así. Vladímir Putin ha querido colaborar de forma activa en ese afán por dificultar la vida a las personas de todo el mundo, haciendo imposible que la política de carácter internacional sirva de algo y que las relaciones entre las naciones sean fructíferas y duraderas. Putin ha anunciado que Rusia ha aumentado su arsenal nuclear y que se han inventado armas imposibles de localizar que hacen del ejército ruso un ente invencible o casi.
Por supuesto, desde los Estados Unidos de América se apresuraban a denunciar que esas armas vulneran el tratado de 1987 que limita los misiles de rango intermedio.
Parece que, de pronto, de forma inopinada, el tiempo del terrorismo internacional va cediendo terreno a la eterna batalla geoestratégica entre las grandes potencias del mundo.
Los norteamericanos ya disponen de documentos en los que se señala a Rusia como potencia que ve en ellos y en sus aliados de la OTAN un claro enemigo.
Rusia, después de Crimea o de su intervención en Siria (sirvan de ejemplo), ha decidido elevar el tono en el pulso nuclear buscando aclarar objetivos centrados en lograr situaciones de ventaja en Euroasia.
Por supuesto, Trump responderá a este gesto de carácter amenazante y belicista de Putin (por cierto, finalizando su campaña electoral y que tiñe el mensaje de un nacionalismo que aporta gran cantidad de votos) con otro gesto más apabullante si es posible. Y Kim Jong-un aprovechará para tener un detalle con Trump. Es muy posible que suceda.
La amenaza es evidente. Son décadas enteras las que han pasado con esa espada de Damocles inquietando la vida en todo el planeta. Pero, sin embargo, lo más preocupante a nivel local es que esta situación parece no interesar tanto como la de Puigdemont, un fanático mediocre. Incomprensible e insólito.