Si por regla general conviene pasarle el antivirus a las palabras de los políticos en ejercicio, en estos tiempos de tribulación todavía conviene con mayor motivo. Con las malqueridas terceras elecciones a la vuelta de la esquina y con la presidenta Susana Díaz en modo esfinge, cabía adivinar mucho mar de fondo ayer en los comentarios del secretario de Organización del PSOE, Juan Cornejo, sobre el engaño que supone predicar un imposible: la hipotética conjunción planetaria entre PSOE, Podemos y Ciudadanos que resuelva el entuerto del desgobierno actual. Pero no le faltaba razón al predicar la necesidad de una reforma legal que establezca que, en casos como el actual, gobierne el candidato de la facción más votada. Seguro que si semejante norma existiera, las alternativas habrían exhibido muchos menos remilgos para ponerse de acuerdo. Hay leyes injustas, pero sobre todo hay injustas ausencias en las leyes. Y la solución no es pedir a un partido que se resigne y vote contra la conciencia de su electorado y contra sus principios. Menos aún, en nombre de la democracia.