Salvaguardar el talento

16 oct 2016 / 20:31 h - Actualizado: 16 oct 2016 / 20:35 h.
"Solidaridad"

Desde siempre y hasta cuarenta años atrás, en el sistema educativo español predominaba todo aquello que tuviera que ver con las humanidades. El desequilibrio entre letras y ciencias era abrumador.

Aquello no era bueno para el progreso puesto que una de los pilares del conocimiento estaba descuidado. Alguien decidió que aquello no podía ser así y decidió cambiarlo. Pero con tanto ímpetu que, ahora como herencia, tenemos otra descompensación brutal que hace de las ciencias lo fundamental y de las letras algo residual y con importancia muy relativa. Es tan acusada esa diferencia que las humanidades se están diluyendo y han pasado de ser fundamentales (lo son) a formar esas áreas del conocimiento facilonas y que corresponden a los estudiantes más torpes o a los adultos anclados a una forma de saber arcaica e inservible. No hace falta decir que esa es una idea tan equivocada como peligrosa para el conjunto de la sociedad.

Y en ese marco, en el extremo más alejado a la ciencia, se encuentran la escritura creativa, el teatro, la pintura, la escultura o la danza. Algo tan básico y fundamental para el ser humano como es la expresión a través del arte no representa un futuro como otro cualquiera para gran parte de los jóvenes españoles. Al menos eso es lo que parecen pensar muchos políticos que relegan las materias artísticas a lugares enanos cuando dictan leyes; al menos eso parecen pensar miles de padres y madres que se echan a temblar cuando saben que su hijo quiere ser poeta, actriz o pintor. Hoy, la ciencia es sinónimo de seguridad y las letras de pobreza segura. El mensaje tan escuchado en institutos y universidades, en hogares y empresas, que dice que las letras y las artes son para los torpes ha calado hasta límites absurdos. Entre otras cosas, por ser falsos. Son muchas las personas dedicadas a las humanidades que han tenido una vida no solo digna sino acomodada.

Uno de los resultados más evidentes es que el que elige el arte como forma de vida parece estar condenado a un desastre vital y económico de proporciones gigantescas. Sin embargo, la realidad es otra. A los artistas que han demostrado un gran talento nunca les han faltado oportunidades ni medios para vivir.

Que por cierto es lo mismo que ocurre en las empresas, en los laboratorios, etc. Fracasos hay en ambos lados. Éxitos, también. El ser humano siempre necesitó el teatro, el relato o la pintura para explicarse la realidad y comprender, hasta donde es posible, el sentido de la existencia de todos. Las sociedades necesitan artistas, siempre los necesitaron, y todos los programas culturales que animen a los jóvenes a que muestren sus talentos se hacen imprescindibles. ¿Cómo una sociedad va a excluir de sus normas, de sus usos o de sus costumbres, algo tan primitivo y tan necesario como es la danza? Seguramente, la primera forma de comunicación elaborada mínimamente fue tan expresiva como un baile. ¿Cómo vamos a dar la espalda a la literatura, al relato que nos acompaña desde que las primeras civilizaciones se organizaron sobre el planeta? Ese relato fue lo que permitió el progreso y que el ser humano se diferenciara del resto de animales. Además, podríamos renunciar a la rueda, a la electricidad o a la energía atómica, pero nunca al relato, al propio de cada uno de nosotros o al colectivo, puesto que la vida dejaría de tener sentido por falta de una explicación necesaria que llega de la ficción.

Querer ser artista es querer aportar al mundo una mirada única y exclusiva que podría ser suficiente para que muchos encontrasen en una obra eso que se busca desde la niñez, eso que puede cambiar el mundo porque lo dibuja con un trazo desconocido hasta ese momento. Necesitamos artistas, necesitamos talentos, necesitamos equilibrar (esta vez sí) un mundo en el que la técnica y la ciencia ordenan todo. Y para ello, es necesario apoyar a los chicos y chicas para que lo intenten sin miedos. Sin pensar en un futuro que tendrán que construir como cualquier otra persona, se dedique a lo que se dedique. Necesitamos artistas tanto como ingenieros o matemáticos para que el tejido cultural crezca sólidamente y, así, la sociedad sea fuerte en sus creencias, en sus valores, en su conocimiento. Entender mejor la realidad nos permite ser más cultos y, por tanto, más libres. Demos la bienvenida a los artistas del futuro.