Sánchez, no confundas

Image
22 jul 2017 / 09:01 h - Actualizado: 22 jul 2017 / 09:03 h.
  • Sánchez, no confundas

Pedro Sánchez nunca ha sido una buena idea para la política española. Cada una de sus ocurrencias, además de no terminar teniendo una forma y un fondo robusto, suelen tener el mismo efecto que la gasolina vertida sobre el fuego.

Plantea Sánchez un debate sobre el concepto de nación dentro de España. Y lo plantea desde ese lugar en el que se encuentran los nacionalistas deseando que alguien cometa errores que les permitan seguir construyendo un discurso que habla de incomprensión, de represión, de imposiciones y robos por parte del resto de españoles.

En la Constitución ya se reconocen como nacionalidades a aquellas comunidades con diferencias sustanciales en el ámbito cultural respecto al resto de las regiones. Comenzar un debate sobre lo que es una nación y sobre eso que Sánchez llama plurinacionalidad española significa un retroceso que solo beneficia a los que se anclan a ideas separatistas que no caben en la España actual. Por otra parte, que Sánchez busque con estas cosas un lugar en el que se encuentren votos perdidos, no tiene justificación alguna cuando tantas cosas están en juego; cosas que están muy por encima del propio PSOE o PP y, por supuesto, de él mismo.

Sánchez tiene una intuición política bastante limitada. Mientras él juega a flirtear con vascos y catalanes para encontrar apoyos, bien para sumar mayorías parlamentarias bien para sumar aliados en una reforma constitucional tan deseada como poco reposada; el CIS de la Generalitat aporta un dato que debería hacer pensar a buena parte de la clase política catalana y al propio Sánchez: un 49,4 por cierto de los catalanes es contrario a la secesión. Esto significa que el apoyo ha descendido notablemente. Pero Sánchez, abrazado a las políticas de Podemos, sigue trazando un camino que puede significar una quiebra sin precedentes entre los votantes del PSOE y la propia formación; entre unas federaciones socialistas y otras. Y Sánchez tiene una intuición política de bajo nivel porque no entiende que el partido del que es secretario general ha sido un partido de gobierno, un partido en el que sus dirigentes más importantes han demostrado tener un sentido de Estado sólido y coherente; no tiene buena intuición porque el camino que lleva a escorar ideológicamente al PSOE es una opción perdedora.

Si Pedro Sánchez tuviera un espíritu leal con el Gobierno de España dejaría de jugar a las alianzas con formaciones políticas que están colocadas muy lejos del lugar en el que se encuentra el PSOE; se mantendría firme apoyando, por ejemplo, la medida que anunciaba hoy el ministro portavoz, Íñigo Méndez de Vigo: el Gobierno catalán no podrá gastar ni un euro si el gasto tiene que ver con la financiación del referéndum ilegal que está planteado. El Ministerio de Hacienda se encargará de verificar que los gastos son los correctos y, de no ser así, los funcionarios implicados en las operaciones podrán ser sancionados y podría paralizarse la entrega de fondos, en una cuantía adecuada, procedente del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). Se acabaron las dudas. El Gobierno tiene preparadas respuestas para todo aquello que esté enfrente de lo que la Constitución Española dicta y de lo que haya acordado el Tribunal Constitucional. Por ello, que Sánchez esté intentando batallas políticas sin sentido, sin contenido ideológico y sin el respaldo mayoritario de sus propios afiliados y votantes, resulta sorprendente. Las piezas comienzan a encajar como no podía ser de otra forma. La única que parece troquelada con torpeza, la única que no encaja en ningún lugar es la que intenta colocar Pedro Sánchez.