Situación peligrosa para España

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20 jul 2017 / 22:13 h - Actualizado: 20 jul 2017 / 23:21 h.
  • Situación peligrosa para España

Lo que hace unos meses parecía algo casi exótico comienza a convertirse en una auténtica pesadilla. Lo que parece ya una locura colectiva de un grupo de políticos catalanes desastrosos que, por si era poco, están presionados por la CUP, una formación situada a la izquierda más radical; podría llegar a desembocar en cualquier cosa desconocida hoy aunque nunca buena para el interés general de los españoles.

Es el silencio del presidente del Gobierno el que más se critica y no sin razón. Acudir a vías de diálogo hubiera sido posible hace algún tiempo y, ahora, es imposible puesto que el señor Puigdemond y su entorno se niegan rotundamente a explorar cualquier otra vía que no sea un referéndum ilegal y sin la más mínima garantía democrática. Sin embargo, hay otros silencios preocupantes. No parece que esa mitad de catalanes que están en contra de este proceso secesionista estén dispuestos a pisar la calle en masa para decir ¡basta! Se echa de menos una gran manifestación con la que quede clara la postura de millones de personas que, hasta ahora, parecen no tener voz propia en todo este asunto. Posiblemente, si el referéndum se llegase a producir, tampoco irían a votar. Una actitud inquietante. Pero otro silencio es muy significativo. Es el que el resto de españoles mantiene ante posturas antidemocráticas que tratan de poner en peligro la unidad de España, una recuperación económica bastante enclenque y una convivencia modélica que tanto trabajo ha costado asentar como forma de vida en nuestro país.

Son muchos intereses los que se encuentran en peligro. En concreto, los andaluces deben saber que son los cuartos clientes de Cataluña según dicen los informes sobre comercio interregional que realiza el Centro de Predicción Económico. Pero, además, Cataluña es el proveedor principal de Andalucía. Esto significa que Andalucía es la comunidad autónoma que más participa en el progreso económico de Cataluña, la que más factura a los andaluces. Esto quiere decir que ambas comunidades se necesitan para seguir adelante dentro de la normalidad.

Puigdemont va separando de su gobierno a todos aquellos que discrepan mínimamente. Solo quiere radicales a su lado, independentistas convencidos y políticos que desprecian al resto de españoles. El presidente catalán ha decidido dar un portazo tras otro, destruir los pocos puentes que quedaban. Si alguna salida queda en el túnel que han construido los separatistas catalanes habrá que encontrarla con rapidez para no caer en la trampa de un conflicto que plantean sin ningún escrúpulo.

La valentía que los políticos catalanes quieren demostrar afirmando que el referéndum se celebrará se convierte en una cobardía indigna cuando llega la hora de estampar firmas y asumir responsabilidades. Y transformada la actitud democrática que se les supuso en algún momento en otra puramente dictatorial, la ocultación de información por parte del Gobierno catalán, como solo se hace en países que viven bajo un régimen dictatorial, se impone frente a la trasparencia y la buena fe política.

Otro aspecto perverso convertido en constante es el del uso del lenguaje por parte de los que no quieren evidenciar dónde están colocados. Cuando los representantes de los Mossos d’Esquadra dicen que esa policía se ceñirá al estricto cumplimiento de la ley habría que conocer qué quieren decir con exactitud. ¿Serán las leyes españolas las que respeten o las que va dictando el parlamento catalán durante este tiempo en el que han decidido destrozar la democracia española?

Cataluña se ha convertido en una enorme trampa para los catalanes.

La incertidumbre se eleva, la inquietud general comienza a ser elevada, y parece imprescindible que desde el Gobierno de España comiencen a decir todo aquello que es necesario saber. Si cualquier artículo de la Constitución va a ser utilizado, incluido el 155, que se diga. Y, sabiendo esto, que cada español se coloque en el lugar que crea que es mejor. El camino se comienza a llenar de peligros y ha llegado el momento de dejar las cosas tan claras como sea posible. Es necesario que los catalanes a los que el proceso les pareció una esperanza y a los que lo interpretaron como un sueño imposible y sin sentido, sean conscientes de que están ante un verdadero peligro que, además, afecta a todos los españoles.