Integradas en la sociedad, o al menos así debería ser, se encuentran personas que experimentan unas vivencias corporales que no encajan con la estructura de sus cuerpos. Se les denomina transexuales; son personas que nacen con un cuerpo que identificamos como el de un hombre o una mujer aunque ellos saben que su identidad de género es distinta a la que se aprecia a simple vista.
La realidad que tienen que soportar estas personas es mucho más dura de lo que podemos imaginar. Los niños y adolescentes sufren un acoso escolar de dimensiones alarmantes. En España son el 90 por ciento de menores transexuales los que sufren problemas de acoso en los centros de educación. Esto desemboca en un dato escalofriante: la tasa de suicidio entre transexuales es ocho veces superior a la media de la población; la tasa de depresión es seis veces superior a la media. Por otra parte, el 70 por ciento de los transexuales españoles no tiene trabajo y la tasa de desempleo de larga duración es altísima.
En definitiva, este colectivo tiene que soportar presiones sociales y desigualdades en todos los ámbitos que les hace tener una vida mucho más difícil de lo que sería saludable para ellos y para una sociedad que quiere ser moderna y próspera. El colectivo LGTB, en general, lo tiene especialmente difícil en la sociedad actual. Esto es una evidencia que nadie puede negar. Tanto es así que, todavía hoy, plataformas como Hazte Oír dedican sus esfuerzos a poner en circulación autobuses con mensajes tan aberrantes como este: «los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo». Es decir, les dicen a los niños transexuales que, sencillamente, no existen; que su vida es una enorme equivocación.
Es de tal magnitud el disparate que, todos los partidos políticos (incluido el PP), la Conferencia Episcopal Española y asociaciones de todos los tipos, se han desmarcado del mensaje claramente tránsfobo y han pedido (prácticamente todos) la retirada del autobús (que ahora se encuentra en Madrid, aunque Hazte Oír tiene planificado que se visiten otras ciudades de España entre las que se puede encontrar Sevilla). Hay quien ya ha solicitado la aplicación del artículo 510 del Código Penal. Este artículo habla de discriminación, odio o violencia contra grupos o asociaciones. Lógicamente, la identidad sexual es una de las causas por las que se producen este tipo de situaciones.
Es importante señalar que Hazte Oír afirma en lo que ellos llaman nuestro libreto que las leyes actuales y las estructuras sociales promueven «la conversión de individuos en homosexuales» y convierten a los heterosexuales en ciudadanos de «segunda categoría». Una idea propia de tiempos pasados que resulta escandalosa para buena parte de la sociedad.
Plataformas que defienden ideas como que la homosexualidad es una enfermedad que se puede curar, en las que no saben que la identidad sexual tiene que ver con el cerebro y no con los órganos genitales y que no tienen reparo en agravar la situación social de un grupo claramente discriminado; deberían ser controladas por las Administraciones Públicas. El daño que se puede llegar a provocar es desolador.