Como ya hemos ido pidiendo con constancia desde El Correo de Andalucía, el problema de las pensiones, por fin, se va dibujando en la agenda política española como uno de los asuntos que deben abordarse con decisión y acierto.
En este caso, no servirán de nada propuestas idealistas y mal estructuradas como las que hacía, unos días atrás, Pedro Sánchez. Pero, tampoco, la que ha realizado la ministra Fátima Báñez proponiendo que los trabajadores puedan elegir los mejores años de cotización propia para calcular la pensión de jubilación que les corresponda. Por supuesto, existen matices como, por ejemplo, que los trabajadores que elijan esta opción hayan agotado su vida laboral y, además, será el Pacto de Toledo el que permita que esta idea se materialice en algo concreto. Pero lo más llamativo es que, a pesar de ser una idea que gusta en la calle, no parece que se soporte sobre cálculos rigurosos con los que llegar a conocer el impacto que supondría algo así en un sistema de pensiones que ha ido menguando a un ritmo terrible. El coste de implementar esta propuesta es especialmente alto. Por otra parte, los sindicatos no ven del todo clara la propuesta. La letra pequeña les hace desconfiar.
La solución que se busca para hacer sostenible el sistema de pensiones no puede ser fruto de la improvisación o de intereses electorales. Del mismo modo que la propuesta de Sánchez desprendía cierto aroma oportunista alejado de la realidad de las calculadoras; esta que hace Báñez, también a una enorme distancia de la realidad que aportan las matemáticas, parece buscar el beneficio claro de un segmento de población que coincide con esos votantes que el PP puede convertir en fijos. Y las pensiones son algo muy importante que afecta, antes o después, al 100 por 100 de la población. Es necesario trabajar con seriedad e intensidad para que el Pacto de Toledo encuentre una fórmula definitiva y robusta.