Algunas de las cosas que suceden en una ciudad como Sevilla son, sencillamente, incomprensibles. Los vecinos de Las Golondrinas en el distrito Macarena están denunciando la situación que se vive en el barrio después de que los conocidos como gorrillas hayan tomado las calles y plazas de la zona para poder ofrecer sus servicios. Como es lógico y como no podría ser de otra forma, los vecinos demandan algo tan básico como es que se cumpla la norma municipal y se sancione a los aparcacoches ilegales para que dejen de realizar esa actividad que se convierte en molesta para la gran mayoría de las personas; bien para los que tienen que aceptar los servicios ofrecidos de forma obligatoria, bien para los vecinos de un barrio en el que están apareciendo pintadas fuera de tono, se producen enfrentamientos en las calles e invitaciones a realizar maniobras prohibidas.
Es incomprensible que un problema como este persista cuando la ordenanza es clara y concisa. Los aparcacoches ilegales imponen sus servicios, dictan las normas de circulación en las zonas en las que operan, provocan situaciones incómodas para la convivencia. ¿Por qué se permite por parte de la Policía Local algo tan evidentemente ilegal? Porque es eso y no otra cosa lo que está sucediendo según los vecinos de Las Golondrinas.
Son muchas las personas que se quejan debido a la presencia de estos llamados gorrillas, otros muchos se quejan de la angustia que produce a los que no ceden ante la presión de esos aparcacoches y dejan sus vehículos estacionados sin saber en qué condiciones estarán al regresar. Resulta difícil entender que en una ciudad que aspira a ser un destino turístico de primera categoría, que una ciudad que quiere ser moderna y acogedora, siga ocurriendo algo de estas características. El Ayuntamiento está obligado a poner en marcha todos los planes que diseña y a hacer cumplir con la normativa municipal a todos los individuos. Los impuestos que pagan los sevillanos son, entre otras cosas, para que eso sea así.