Hace unos días se nos ha ido una compañera, una buena amiga y mejor persona. Nos dijo adiós Lola Meléndez. Lola fue todo –como a ella le gustaba decir– menos Alcaldesa. Concejal de gobierno y de oposición, militante de Alianza Popular y del Partido Popular, ha estado ininterrumpidamente en todas las directivas desde la fundación del PP de Sevilla, Teniente de Alcalde, Portavoz municipal, Presidenta de Mercasevilla, Delegada de Patrimonio...
Pero lo más importante de su currículum viene ahora, y es que en los más de 30 años que tuve la fortuna de coincidir con ella, y más de una década a diario codoconcodo en el Ayuntamiento de Sevilla, siempre vi una persona amable, correcta, formada, amiga, siempre dispuesta a ayudar. Coincidíamos los compañeros con asombro como ni siquiera en los Plenos municipales (cuando era asediada políticamente hablando) perdía las formas; ella se molestaba, enojaba, mostraba su disconformidad, pero todo con educación, y luego... luego volvía a mostrar su mejor sonrisa y su saber estar.
Lola Meléndez en el Partido Popular era doña Lola; así la llamábamos todos sin excepción, ya fuese uno recién llegado al partido, un chaval de Nuevas Generaciones o todo un Vicepresidente del Gobierno de España.
Y es que, como bien dice el diccionario de la Real Academia Española, el vocablo doña es aquel que antecede al nombre de la persona, y muy usado protocolariamente como expresión de respeto, cortesía o distinción social.
En el caso de Lola Meléndez se unían respeto y admiración, cortesía ganada por su educación y distinción –junto al reconocimiento de la sociedad– por haber sido una mujer adelantada a su tiempo, abriendo un camino en el ayer que hoy recorren otras muchas.
Doña Lola... hasta siempre.
Mientras tanto, ¡sé feliz!