Pasión y... esperanza

La garganta de Pascual González, por dentro, es un pianillo de la calle de Alcalá, un puesto de incienso de la calle Córdoba, el tudel de una corneta de Julio Vera

07 dic 2017 / 16:41 h - Actualizado: 09 dic 2017 / 22:28 h.
  • Pasión y... esperanza

A Pascual le gusta el vals y la salsa, un puñado de rumbas y un bolero; le apasiona una isa canaria y le conmueve una pataíta por bulerías. Pascual muere con el soniquete cubano y se estremece con la gaita y con la flauta, con el tambor y la corneta, con el piano de cola y con la cola que guarda el corazón cuando se prepara para degustar un vinilo de Milanés enterrado en unos años que siempre son actuales, como Camarón, como Chopin, como Gómez Zarzuela ahogando sus corcheas en los torrentes del Guadalquivir.

Del rock a la danza, de la piel hasta las mismas entrañas, la música recorre desde el tam tam del cuerno de África hasta la sardana del Mediterráneo, todo el cuerpo espigado y valiente de Pascual González. Este genio sevillano se pone de pie delante de una ranchera, se emociona con una marcha de paso de palio y se bebe los vientos por una trompeta bien afinada de agrupación musical que suba los puentes con la fuerza de la sangre para presentar sus poderes en la diana de la ciudad más hermosa del mundo. A Pascual le pierde la segunda sevillana porque sabe que se agarra a la vida y puede mirar de frente, de cerca, a los ojos de la vida, tan bella... tan fugaz, tan pendiente siempre de un hilo.

De un hilo musical, claro, porque Pascual nunca llevó en la guantera un alma que perder. Ha mordido la fruta del pecado y le ha vencido a la serpiente enroscada en las cuerdas de una voz que se alza más allá de las gargantas de una enfermedad que quiso vivir dentro de las fauces de un genio. La garganta de Pascual, por dentro, es un pianillo de la calle de Alcalá, un puesto de incienso de la calle Córdoba, el tudel de una corneta de Julio Vera, un bordón de Raimundo, el túnel del tiempo de las sevillanas, de la música de Andalucía. Es parte del patrimonio de este que escribe, a quien la garganta de Pascual le ayudó a conquistar besos, caricias, miradas y ese amor verdadero que te hace llorar cuando los cantores se ponen a contarte la pasión según la tierra en la que quieres enterrarte para siempre.

Ha vuelto a ocurrir. Pascual ha dado a luz. Lo ha hecho para dar gracias a Dios. Por eso ha nacido Cristo. Pasión y Esperanza. Le han dado la mano –y el corazón– profesionales como su inseparable Juani Calceteiro, Carlos González, Alejandro Hernández, Diego Benjumea o Héctor Pérez.

Ahora vete a sentirlo. Oye su voz, siente de nuevo aquella melodía, ¿recuerdas? esa voz de puente, de cerveza helada y trozo de bacalao sobre papel de estraza. Abre el corazón y siente. Pasea por Belén y grítale al mundo que la pasión sigue custodiada en las cuerdas del alma voz de un hombre que ha matado a la serpiente. Para siempre.