Un falso entorno

Se apagarán las bolas y la luces cuando pase la Navidad. Quedarán las fotos en las redes sociales, los selfies que sirven igual para un campeonato de hockey

01 dic 2017 / 13:25 h - Actualizado: 02 dic 2017 / 19:42 h.
"Navidad en Sevilla"
  • Un falso entorno

Son bolas enormes, ocupan mucho espacio y tienen luz abundante, espectacular, como esas estrellas de puntas incontables salpicadas de cientos de bombillas que chillan watios por las calles del centro de una ciudad que, aunque no lo parezca en sus adornos, se dispone –entre compra y compra– a celebrar un nuevo aniversario de la venida del Niño Dios, de un pequeño nacido en un portal, hijo de María la Virgen y de un carpintero, que se estaba haciendo carne para redimir al mundo. Se apagarán las bolas y las luces cuando pase la Navidad. Y no dejarán más recuerdo que las fotos en las redes sociales y cientos de selfies que sirven igual para las Pascuas que para un campeonato de hockey sobre hielo o un concurso de bufandas.

Ha llegado el tiempo de vivir ese monumento absurdo a la luz y a las formas geométricas, a un falso entorno que maquillamos con motivos y adornos neutros para no agredir sensibilidades. Ha llegado otra vez el tiempo de la Navidad en las calles, y regresamos al aliento entre la humildad y el orgullo. Aceptemos que nos ha tocado esta especie de farsa luminosa que está llamada a cobijar todos los sentimientos, y hagámoslo con humildad. Al tiempo, no aparquemos el orgullo de sentir y decir las verdades del hijo del carpintero. Si no están los símbolos de la Navidad en las calles, llenemos nuestros hogares y nuestros corazones, hagamos visible nuestra fe, reivindiquemos al universo político algo más de sentido común. Quítenme ustedes al buey, pero no me pongan un reno, hagan el favor.

Las luces callejeras son elementos externos, superficiales y ahora carentes de toda simbología, tan importante por cierto en nuestra civilización. Pues no contemos con ellas y acudamos al interruptor de la luz interior, la llama de la fe. ¿O no vino el Niño del portal a pedirnos que fuésemos portadores de la nueva luz? ¿Acaso a parir no se le llama dar a luz? Pues eso mismo hizo María. Darle la luz al mundo, una luz –qué hermoso detalle– nacida en un rincón humilde, casi en plena calle. Por muy poco no vino al mundo Jesús al aire libre, como murió crucificado, a la luz de todos.

Diseño, decoración, modernidad, espectáculo de luminarias, encendidos y apagados, recursos técnicos, cables, luces, y fastos de potencia de fachada a fachada navegando sobre nuestras cabezas. Ni una sola referencia al Niño Jesús, cuyo nacimiento celebramos.

Mientras cuelgan millones de haces de luz fabricados por el hombre, encontremos nosotros al hombre de la Luz. Está en el suelo, en pañales, y aunque te lo estén intentando quitar de los símbolos y de los adornos, Él siempre avisó que quería vivir en tu corazón, no en las bolsas de tu compra. Enciende tu luz.