Perú, Francia y... ‘Derramado’

Castella malogra con la espada la mejor faena del ciclo a un bravísimo ejemplar de Victoriano del Río. Roca Rey cortó dos orejas y acarició la Puerta del Príncipe

06 may 2017 / 00:20 h - Actualizado: 06 may 2017 / 00:32 h.
"Toros","Feria de Abril 2017"
  • Sebastián Castella, en los primeros momentos de la lidia al cuarto toro de Victoriano del Río, que mereció dar la vuelta al ruedo al final de la faena.
    Sebastián Castella, en los primeros momentos de la lidia al cuarto toro de Victoriano del Río, que mereció dar la vuelta al ruedo al final de la faena.
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En la corrida de este jueves confluían dos circunstancias que ocupaban los comentarios de los aficionados. De una parte se hablaba -y se esperaba- que la cuarta y última comparecencia de Morante de la Puebla en la Feria y en el abono se resolviera con el recital definitivo. Por otra parte también se comentaba, en los corrillos mejor informados, que Álvaro Núñez Benjumea, director de la vacada de Núñez del Cuvillo, no podía fallar esta vez. Y así fue. El prestigioso ganadero de los campos de Vejer se trajo esta vez un conjunto mucho más entipado en el que sobresalieron dos, quizá tres, animales para triunfar por todo lo alto.

Los dos mejores, por cierto, se encerraron en un mismo lote. Fue el que sorteó el diestro toledano David Mora que dio lo mejor de sí mismo en sendas faenas de parecido corte en las que, es la verdad, todo lo hizo con sinceridad, entrega y por abajo. Otra cosa son las formas y ciertos vicios que en ocasiones dixtorsionan la expresión del diestro de Borox. En cualquier caso, David se empleó con emotividad en el noble y boyante tercero aunque el acople tuvo ciertas intermitencias. Mora se gustó y gustó más toreando con la zurda y la cosa iba camino de una oreja que se encasquilló en el filo de su espada.

Pero David Mora se iba a llevar la guinda del encierro de Cuvillo, un sexto de excelente clase y galope -un punto rajado al final- con el que se acompasó en una faena vibrante y muy jaleada por el público que tuvo fases notables sobre ambas manos. El trasteo bajó de tono a la vez que el animal comenzaba a claudicar y el feo espadazo tendido tampoco ayudó a remachar el trofeo que se había mascado. En cualquier caso puede salir con buen sabor de boca de Sevilla.

No terminó de dejar demasiado poso Alejandro Talavante, que cortó una oreja de circunstancias al noble segundo. El diestro extremeño no apretó el acelerador y se conformó con cuajar una notable faenita en la que hubo mejores formas que profundidad. La verdad es que el Tala no andaba por la labor de exprimir a ese animal. Se fue pronto a por la espada, que cayó trasera y caída. El trofeo, pedido con tibieza, lo concedió el mismo palco que antes se había enrocado para premiar a Morante. Pero es que la escasez de criterio y el exceso de equipos para una feria como la de Sevilla está jugando una mala pasada a la lectura de algunos festejos. Talavante volvió a mostrarse absolutamente intrascendente con el manso quinto, que llegó con rebrincada movilidad al último tercio. Aquello no iba a ningún lado y la gente se acabó impacientando. Ni chicha ni limoná.

Y despidió su particular y larga Feria el torero más esperado. Morante no ha logrado llevarse ningún trofeo a la talega. Pero las orejas están para las estadísticas y los malos aficionados. El diestro de la Puebla, sin toros a favor, volvió a mostrarse sembrado en una primera faena de dosificados primores que acabó reventando por el lado derecho. Morante se había ganado la oreja que el presidente se empeñó en negar.

El matador cigarrero iba a apurar hasta el último aliento del declinante cuarto, que recibió una espantosa lidia de la cuadrilla. Hubo verónicas de otro mundo, preciosismo en las chicuelinas... pero todo quedaba truncado por la mansedumbre de su enemigo. A pesar de todo se decidió a coger los palos, que manejó con gracia natural. El tercero, resuelto al quiebro, levantó un clamor. Morante brindó al público pero el toro, definitivamente rajado, no quiso unirse a la fiesta. A pesar de todo ahí quedó lo que sabe distinto. Tendremos que esperar otro año.


plaza de la real maestranza

Ganado: Se lidiaron seis toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados. Destacó por encima del resto del envío el lote conformado por los boyantes tercero y sexto aunque ambos, de gran clase, tuvieron el pero de amagar con rajarse al final. También hay que anotar los nobles primero y segundo. El quinto, también manso, embistió muy rebrincado en la muleta. El de peor rendimiento, por rajado y acobardado en el último tercio fue el cuarto aunque acusó la pésima lidia que recibió.

Matadores: Morante de la Puebla, de coral y oro, ovación tras fuerte petición y dos avisos y ovación.

Alejandro Talavante, de lirio y oro, oreja y silencio.

David Mora, de brandy y oro, vuelta al ruedo tras aviso y palmas de despedida.

Incidencias: La plaza se llenó hasta la bandera en tarde espléndida. El espectáculo, un día más, rebasó las dos horas y media de duración. En las cuadrillas destacaron Antoñares y Otero, de la cuadrilla de Mora.

{La Feria –que ya anda de recogida haciéndose muchas preguntas– necesitaba una tarde así: dos faenas rotundas y un toro de vacas que mereció esa vuelta al ruedo póstuma. Estaba marcado con el hierro de Victoriano del Río; se llamaba Derramado y tenía capa castaña. Castella lo templó a la verónica aunque el piquero se pasó de rosca. No importó, el animal se vino arriba en banderillas y apuró a Chacón, que también estuvo importante con los palos. En los primeros muletazos ya se mascó lo que estaba por venir. Derramado se empleó en los pases por bajo y, ya en los medios, rompió a galopar con importancia en las primeras series formales. Castella le tomó el pulso toreándolo por abajo, muy largo y en redondo en tandas de intensidad creciente. Hubo cambios de mano, sensacionales pases de pecho y hasta sentido de la escena para corregir un pequeño bajón argumental y un inoportuno desarme que no rompió el hilo. El toro no se cansaba de embestir y se venía arriba muletazo a muletazo mientras el diestro francés cincelaba la que ya es su mejor obra en la plaza de la Real Maestranza.

Sebastián lo cuajó sobre ambas manos y enganchó sus mejores muletazos, cuando el trasteo ya encaraba su final detrás de un colorista pase de las flores. Quizá se pasó de rosca en las manoletinas finales. La espada entró a la primera pero el toro, con la boca cerrada, vendió cara su muerte. El descabello terminó de esfumar las dos orejazas que se había ganado. Si Derramado es ya, por derecho propio, el toro de la Feria la de Castella es la faena más completa. Lástima que el diestro francés no tuviera material idóneo con el precioso ensabanado que rompió plaza, que recibió a portagayola. Josele le puso un puyazo magistral después de un derribo estrepitoso pero el toro, obediente en la muleta del francés, estuvo falto de alma y la cosa no llegó a trascender nunca.

Y si hablábamos del mejor toro y la faena más completa también podemos hablar del primer gran triunfador –con permiso de Ferrera– de este ciclo declinante. Es Andrés Roca Rey, que ayer dio otra vuelta de tuerca en su irresistible ascensión a la cima del toreo. El joven paladín peruano salió suelto y resuelto a triunfar y estuvo cerca, muy cerca, de abrir esa puerta que se mira en el Guadalquivir y que envenena el sueño de todos los toreros. Roca había tenido que ver como le devolvían el burraco que salió en tercer lugar. En su lugar salió un serio sobrero, con dos gatillos en la cabeza, que se apresuró a brindar a la parroquia. Decenas de banderas de Perú se abrieron en los tendidos para saludar a Andrés, que comenzó la faena con ayudados por alto y algún efecto especial antes de que el toro huyera como un gamo.

No importó, se marchó al terreno de su querencia y se puso a torear largo, hondo y muy obligado. La plaza rugía mientras el joven matador lo metía también en la canasta por el lado izquierdo con naturales largos y tersos rematados con un sensacional pase de pecho. Hubo otra serie diestra, reunida, empacada y con la arrucina llegaron nuevos efectos especiales con la gente en pie. La estocada desprendida y la larga agonía del animal no impidió que cortara esas dos orejas de peso. Las paseó entre un clamor. Tenía la Puerta del Príncipe entreabierta y aunque hizo méritos para cortar una tercera oreja al informal sexto –mientras arreciaba el agua– el mal manejo de la espada aguó la fiesta. Una fiesta a la que no pudo unirse Manzanares que sorteó un segundo bronco que se rajó pronto y un complicando quinto con el que no terminó de sentirse a gusto. ~