Aguas que acercan a la Virgen

Vado de Quema. «Cada paso que doy estoy más cerca de Ella», cantaba Coria cruzando el Guadiamar, mientras se bautizaban los nuevos romeros

16 may 2018 / 23:09 h - Actualizado: 17 may 2018 / 08:58 h.
"Rocío","El Rocío 2018"
  • Peregrinos, caballistas y charrets rodean la carreta del Simpecado de Coria mientras cruzan el Guadiamar por el vado de Quema. /Fotos: Manuel Gómez
    Peregrinos, caballistas y charrets rodean la carreta del Simpecado de Coria mientras cruzan el Guadiamar por el vado de Quema. /Fotos: Manuel Gómez
  • Aguas que acercan a la Virgen
  • Rocío Ocaña, de Benacazón, bautiza a un niño.
    Rocío Ocaña, de Benacazón, bautiza a un niño.

«En El Rocío no hay horas, ni prisas». Esta frase, que pronunció ayer una señora que presenciaba el paso de las hermandades por el vado de Quema refiriéndose a que «se puede comer y beber cuando apetezca», bien se podría aplicar al conjunto. Ni prisas, ni retrasos, porque los ratos de espera sólo alimentan más las ganas de los que aguardan ver los Simpecados, arropados por sus peregrinos, en este hito del camino rociero, que merece la espera y porque, como cantaban los romeros de Coria mientras el agua del Guadiamar refrescaba sus piernas hasta la rodilla: «Cada paso que doy, estoy más cerca de Ella».

El programa, el horario de paso es sólo aproximado y, si además hay cambios respecto a otros años, es difícil acertar. Si no que se lo digan a Sonia Franco: llegaba con su familia pasadas las 18 horas pensando en ver pasar Coria con la caída de la tarde, cuando su hermandad ya había dejado atrás el Guadiamar buscando su espacio para la pernocta. Casi mejor que no vea lo que se perdió por este cambio en el orden de paso de un año a otro de la filial coriana... Las laderas se fueron llenando de peregrinos cuando aún la «carreta de plata con la corona», según le cantan, se detenía ante el templete que el pueblo de Aznalcázar dedicó a la Virgen en este paraje. Los charrets se colocaron en una orilla y los caballistas en la opuesta, los peregrinos fueron llenando el resto, avanzando lo justo para que el Simpecado llegara al centro, hasta el punto que desde arriba no se veía si había o no agua. Allí se paró el tiempo. La hermandad había tenido que aguardar el paso de Benacazón, y arriba, junto a la Virgen, ahora estaban la carreta de Albaida y de Umbrete. Pero había que disfrutar este momento. Por aquí no se pasa más que una vez al año en dirección a El Rocío. Coria, que «es diferente, otra manera de ser», cantó sin cesar a su Simpecado y a la Virgen, le dedicaron sevillanas y plegarias, palmas, vítores y esa Salve «a la Virgen marismeña», coreada desde las orillas. Había menos público, menos rocieros que disfrutan de esta forma de hacer el camino, pero Coria lo llenó todo. Tanto que Jesús, que pisaba por primera vez estas arenas y se estrenaba mojándose en estas aguas, donde acudió por pura curiosidad fotográfica, terminó admitiendo que se había emocionado. Como el resto.

Y es que además del paso de Coria, había presenciado el bautizo rociero de la pequeña Elena, de siete años. No iba vestida de flamenca, no llevaba los botos, no estaba preparada para el camino... pero por la mañana, cuando despedía a su hermandad, Benacazón, «no paraba de llorar». Así que su tía, Rocío Ocaña, que sí que tenía previsto hacer el camino, la cogió de la mano y se la llevó a las arenas. En las aguas del Guadiamar, «por ser la más antigua de la familia haciendo el camino», le tocó bautizarla y no lo dudó, su nuevo nombre sería «Esperanza del camino. Elena había demostrado una gran devoción y llevar la semilla rociera que plantó su bisabuela en el corazón de todos sus descendientes. Rocío, mientras sus hermanos cantaban a su Simpecado en el otro extremo del vado, bautizó también a Lucero y Butaquita, «como su padre».

Son cosas que pasan en El Rocío, cuando no se tiene prisa, ni importa el calor –31ºC marcaban los termómetros de los coches–, donde puedes participar como peregrino o como espectador. Basta con llegar hasta allí, plantar la sombrilla, abrir las mesas de camping y las sillas de playa, y disfrutar de la naturaleza y de los momentos que El Rocío va regalando.