Italia en la memoria

Muchos viajes comienzan con el regreso a casa. Consecuencia de un descubrimiento, un hechizo, un ‘amour fou’. Ponemos a los lectores sobre los rastros de algunos caminos secretos para revelar un país que es una realidad y una mitología. Y lo hacemos con cuatro libros: ‘El exiliado de capri’, ‘La cábala’, ‘Crónicas romanas’ y ‘El mar color de vino’; cuatro textos que nos pasean a través de una tierra y unas vidas exquisitas

13 ene 2018 / 09:50 h - Actualizado: 13 ene 2018 / 09:50 h.
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  • Portada de ‘El exiliado de Capri’ y ‘La cábala’. / El Correo
    Portada de ‘El exiliado de Capri’ y ‘La cábala’. / El Correo
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  • Portada de ‘El mar color de vino’. / El Correo
    Portada de ‘El mar color de vino’. / El Correo
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  • Ensayos de ‘Rojotango’ de Erwin Schrott. / Fotografía: Carlos Gustavo Allidi Bernasconi
    Ensayos de ‘Rojotango’ de Erwin Schrott. / Fotografía: Carlos Gustavo Allidi Bernasconi

El exiliado de capri

Ni una novela, ni una biografía. El exiliado de Capri es la recreación de la vida del barón Jacques d´Adesward-Fersen, uno de los ilustres expatriados europeos que recalaron en Italia, en el recodo de los siglos XIX y XX, buscando una libertad que tampoco allí existía por completo, también un clima excepcional, unos paisajes únicos; el mito del Sur, paradigma y paraíso para un bucolismo pagano, en contraposición a las brumas intolerantes del norte de Europa. Siguiendo a los muchachos, detrás de la belleza y de las huellas de la historia.

El mayor mérito de la obra de Roger Peyrefitte es su dominio del chismorreo histórico, que la convierte en crónica reveladora de cómo fue el pasado, pero también el de callarse cuando debe, dejando lo que no conoce a la interpretación inteligente del lector. Parece bien informado, lo está seguramente merced a su posición como controvertido diplomático e intelectual. Como el resto de sus novelas El exiliado está extraordinariamente documentada.

La hazaña de Adesward fue su vida, su muerte, y la herencia de su Villa Lysis, dedicada a la juventud del amor, así como el recuerdo disperso con el que consagró a su amante, Nino Cesarini. Su obra literaria, su posición y su fortuna nos resultan hoy irrelevantes.

Capri perdura a pesar de todo sobreponiéndose al mito y al turismo, este libro es una semblanza, un recuerdo, un homenaje, y una idealización.

Admira Jean Cocteau en su prólogo a aquellos que a falta de talento hicieron de su vida una obra de arte y varios de ellos desfilan por las páginas porque convergieron en el tiempo y el espacio. En Capri.

El fondo es mucho más oscuro: la persecución, el acoso y la humillación de aquellos que osaron desafiar la moral establecida porque amaban diferente. La larga lucha, esa larga noche que parece hoy iluminada de repente -en lo que puede ser un fuego fatuo- gracias a esos precursores, mártires de la libertad y de la belleza. En ese sentido El exiliado en Capri es el monumento que erige Roger Peyrefitte a su recuerdo, ese es su mayor valor y como tal debemos reverenciarlo leyéndolo.

Nada se olvide.

La cábala

Una extraña novela en clave, con pretensiones esteticistas, es la que construye Thornton Wilder para componer una crónica de la mundanidad romana. El pretexto es una sociedad secreta, La Cábala, que no es otra cosa que la definición de un grupo social que permanece voluntariamente marginado.

La excepcionalidad de Roma, habitada, sobre su metafísica arruinada, por diletantes y viajeros, aristócratas, diplomáticos, prelados, romanos en general, coloristas extranjeros, es un lugar común de la literatura. Sus últimas consecuencias están en el cine, son La grande bellezza (2013) de Sorrentino, y La dolce vita (1960) de Fellini. Las primeras son consuetudinarias porque arrancan con las Vidas de los doce césares, de Suetonio.

El cronista escribe sometido a tal fascinación que la novela se queda en un anecdotario, en una descripción de tipos, en la catalogación de un modus vivendi, en la cripticidad de los ambientes, de todo lo que sacamos muy pocas conclusiones más allá de un perfume frívolo y lujoso, preguntándonos para qué nos está contando esto más allá que para pergeñar sus recuerdos y sensaciones, que quedan bien dibujados, pero que el lector no puede apreciar en su definitiva intensidad porque la narración está lejana. No consigue hacernos partícipes, no nos involucra, transmite desde una altivez de iniciado, así que La Cábala termina por aburrirnos.

Como el lenguaje es exquisito y rebuscado, nos da la sensación de adentrarnos en una de esas colecciones decimonónicas de insectos disecados, bellos, irisados, monstruosos.

Crónicas romanas

El escritor italiano Gabriele d´Annunzio inició su carrera literaria escribiendo artículos para diferentes periódicos. Crónicas mundanas, romanas. Son curiosas pero se hacen muy pesados la repetición y el tono: las princesas italianas, su belleza, sus toilettes, prolijamente descritas con maña de coutourier –él mismo lo reconoce- se nos antojan demasiado espesas. Ellas asisten a conciertos, a la ópera, al carnaval, a la apertura del parlamento, a las fiestas en los palacios de la aristocracia, a torneos de esgrima, a funerales, y desfilan para el lector del siglo XXI como pájaros raros, lejanos en el tiempo.

Los artículos –plagados hasta la extenuación de galicismos, de barbarismos, de palabras a la moda– se hacen insufribles.

Es cierto que nos dan la imagen de lo que fue la Roma del ottocento, pero solo en un ambiente mínimo, viciado, concentrado en un artificio de capital europea, de corte real, de nación sólida. Nos permiten atisbar el D´Annunzio que va a ser en pocos años, el novelista excéntrico. Son un adelanto y un boceto que raya la caricatura.

Hay un tema recurrente: la admiración de la mujer. El eterno femenino.

El mar color de vino

Neorrealismo, ese afán de capturar las verdades de la sociedad, superados los traumas y las fabulaciones del fascismo, ese golpe con la realidad, se encuentra en el fondo de la literatura de Leonardo Sciacia de la que sus cuentos pueden ser una muestra variada. Los temas sobre los que construye sus historias están vinculados a la tierra y a lo local, en lo que parece un intento de llegar de lo particular a lo general a partir de los rasgos y los comportamientos de un pequeño grupo humano.

Sicilia, los largos viajes en tren -con las relaciones y las divagaciones que suponen-, las simuladas crónicas de crímenes, juicios y adulterios, el comportamiento mafioso y la desventura de la emigración. Todo viene a constituir una especie de memoria del subdesarrollo, y el retrato de una sociedad atávica y atrasada, con estigmas anclados en la tradición, la pobreza, la diferencia de clases, y la oscuridad de la religión. Un pueblo singular relatado en novelas inolvidables, de Lampedusa a De Roberto. La hipocresía es una de las piedras de toque de los cuentos, articulados con engranajes maquiavélicos mediante los que el escritor juega con el lector.

Es curioso el irónico acercamiento al satanista Aleister Crowley que vivió en Cefalú durante la dictadura de Mussolini, los enroques con piezas ocultas que establece en Un caso de conciencia, o en Juego de sociedad; el estudio de las oscilaciones de la emoción humana del que titula el libro, El mar color de vino; o el drama íntimo de La prueba. Guifà es una fábula que nos acerca a lo real maravilloso.