Cuatro años después de que la derecha obtuviese la victoria más contundente jamás registrada en unas elecciones municipales en Sevilla, con un Juan Ignacio Zoido catapultado al estrellato de la política local por aclamación, la izquierda ha vuelto a hacerse con la mayoría del Ayuntamiento de Sevilla, representando de ese modo la llamada al cambio político que preconizaba el viernes el socialista Juan Espadas y, como él, el común de las restantes fuerzas con alguna posibilidad de hacerse un hueco en el salón de plenos de la Plaza Nueva.
Lo que vaticinaba la encuesta publicada por El Correo hace una semana recibió ayer la firma de la ciudadanía, que pese a otorgar a los populares un concejal más que al PSOE por las peculiaridades del método de recuento –la controvertida Ley D’Hondt– no hacía sino reflejar un empate técnico entre las dos principales fuerzas políticas municipales, con apenas una diferencia de 1.500 votos entre ambas de un total de más de 300.000 votos emitidos. Tanto es así que pese a la realidad de los números, que lo hacían matemáticamente ganador, pasaba sobradamente la medianoche y Zoido todavía no había asomado ante los periodistas para expresar sus sensaciones.
La suerte estaba echada. El norte y el este habían dado su apoyo a Espadas; el oeste, el centro y el sur, a Zoido. Y en ese equilibrio de fuerzas –que no lo es en absoluto por las razones reseñadas–, el primero en comparecer era Juan Espadas. Los ciudadanos, comentó a los micrófonos de El Correo, «han dicho que quieren un cambio, y me siento con la responsabilidad de ser el que lleve eso a la práctica».
Apoyo sin sillones
La situación en Sevilla, con todo, no deja de ser curiosa. Desde los dos partidos recién incorporados a la nómina municipal, Participa Sevilla y Ciudadanos, se ha pronunciado la palabra «cambio», para añadir de inmediato que no tienen intención de formar parte del gobierno de la ciudad. Desde la formación impulsada por Podemos, Susana Serrano volvía a fijarse como prioridad absoluta lograr la salida de los populares de la Alcaldía, mientras que Javier Millán (C’s), en conversación con este periódico, afirmó que el partido que lidera en Sevilla «no tiene necesidad de ocupar un sillón», para precisar luego: «Nos quedaríamos en la oposición», aunque con disposición a «hablar de todo».
Desde Izquierda Unida se hablaba con algo más de ambigüedad, pero si algo había dejado claro Daniel González Rojas a lo largo y ancho de toda la campaña, e incluso desde antes, era que mientras estuviera en su mano Juan Ignacio Zoido no volvería a ser alcalde de Sevilla. A poco que sean ciertas todas estas afirmaciones, la suma de las mismas plantea una realidad meridianamente clara: que el bastón de alcalde va a cambiar de manos, y que esas manos serán las de Juan Espadas, salvo inesperado cataclismo.
Sevilla vuelve a ser de izquierdas, aunque Juan Ignacio Zoido opuso algún que otro reparo a esta idea cuando finalmente compareció ante la prensa a escasos minutos de la una de la madrugada, desde la sede del PP en la calle San Fernando. Como cabía prever desde que pasadas las diez de la noche se produjo el inesperado vuelco en el escrutinio –tras un enervante parón de 40 minutos en la publicación de datos del recuento–, el candidato del PP dijo que había ganado las elecciones por tercera vez, y dijo un tanto crípticamente que ahora solo queda esperar a que los acuerdos –sin señalar cuáles– permitan la gobernabilidad de Sevilla.
Los populares tenían razones para una moderada alegría, después de todo: ya puestos a no revalidar la mayoría absoluta, la baza que le quedaba para armar la legitimidad de su discurso durante todo el mandato próximo era sencillamente ganar, aunque con ello no se consiguiera la Alcaldía. La expresión «pacto de perdedores» ya le había sido muy rentable a Zoido en 2011, en alusión al acuerdo de 2007 entre Monteseirín y Rodrigo Torrijos, cuando el ganador matemático había sido el popular, y algo parece decir que no tardará en pronunciarse.