Al perro de Amenábar le tocó la lotería

Max, el can del sorteo de Navidad, fue abandonado en un refugio de Los Palacios antes de convertirse en estrella

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
01 dic 2017 / 15:07 h - Actualizado: 29 nov 2017 / 15:07 h.
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  • El perro de la Lotería de Navidad ha sido ya protagonista en varios anuncios y películas. / El Correo
    El perro de la Lotería de Navidad ha sido ya protagonista en varios anuncios y películas. / El Correo

El perro protagonista en el corto no tan corto del director de cine Alejandro Amenábar para promocionar este año el sorteo navideño de la Lotería Nacional, como el propio anuncio televisivo en el que interviene, tiene una versión más larga de su propia vida: cinco años de aventuras y desventuras que convierten a un perro callejero en una auténtica estrella cinematográfica, algo así como una película americana pero que empieza en Los Palacios y Villafranca y termina en los madriles, que es la versión del happy end a la española. No siempre se llamó Max, sino Bolita, y no siempre hizo películas o anuncios, sino que malvivía su propia película de terror hasta que le cambió la suerte sin ni siquiera comprar un décimo, pues, como dice el célebre lema de cada Navidad, el mayor premio es compartirlo. Precisamente el perro actor Max –antes un cachorro vagabundo al que llamaron Bolita– es un ejemplo de que en compartir y en ser compartido radica la mayor de las suertes de este mundo, como les ocurre a Daniel y Danielle, el chico madrileño y la chica extraterrestre de un corto que demuestra finalmente que la mayor alegría de ambos personajes no es que les haya tocado el Gordo de Navidad, sino la suerte gordísima de haberse encontrado mutuamente, viniendo de puntos tan extremos del universo, por el mero nexo de unión de un perro casual, Max, que, como en la vida real, aparece de buenas a primeras y va enlazando las suertes de todos. Como en su propia vida real.

Porque la vida de Max es de película. Con pocos meses, lo encontraron los voluntarios de la protectora de animales El Buen Amigo, de Los Palacios y Villafranca, en una caja de zapatos, en la puerta del refugio, en 2013. La presidenta de la asociación, Cándida Valera, recuerda ahora la cantidad de procedimientos para que una familia lo adoptara.

Max consiguió un hogar, pero como no era más que un perro, y joven y travieso, no tardó en volver al refugio. «La gente no es muy consciente de lo que supone cuidar a un animal, muchas veces se creen que es un juguete, y no lo es», señala Valera, y añade: «Lo devolvieron porque decían que no podían hacer carrera de él».

El caso es que a Max, entonces llamado Bolita, lo colgaron en internet y no tardó en aparecérsele su ángel de la guarda, más o menos como la extraterrestre que se le aparece en el corto de Amenábar, pero era terrícola. Se llamaba Ainhoa Arregui, una chica navarra con domicilio en Madrid tan amante de los animales, que no solo se enamoró de Bolita en cuanto vio su foto en la web de El Buen Amigo, sino que aguantó sus travesuras hogareñas, lo puso en manos de un adiestrador canino y hasta lo paseó por los castings de medio país para descubrir en el perro –un garabito, a decir de Cándida Valera– unas cualidades interpretativas fuera de la común. El director de Abre los ojos, de hecho, lo eligió porque sabía bostezar, como se demuestra en el corto de la Lotería... Antes de este corto que le ha dado el espaldarazo definitivo a la carrera artística del perro, Max había participado ya en varios spots publicitarios como el de La Casera, o en vídeos promocionales de la cadena televisiva Antena 3.

Su pueblo natal, de moda

«Desde que se han enterado de que el perro salió de nuestra asociación, no han cesado las llamadas de todos los medios de comunicación de España», asegura Cándida Valera. «Ha sido increíble», reconoce el alma máter de una asociación que empezó a trabajar en Los Palacios y Villafranca hace tres décadas, cuando la sensibilidad con los animales no se había puesto de moda aún, cuando tenían que luchar contra la bestialidad de tantos dueños de mulos en sus regresos de las romerías y otras fiestas de guardar, cuando eso de cuidar caninos con el cariño con que hoy se ha generalizado parecía una extravagancia. El Buen Amigo tiene en su refugio actualmente unos 200 perros, «y nos lo adoptan no solo de nuestro país, sino de países europeos de lo más variopinto», recuerda Valera, que señala «que, si los tenemos que mandar por mensajería, se mandan». No fue el caso, sin embargo, de Bolita, pues «una compañera lo llevó directamente a Madrid», donde lo rebautizaron el nombre de Max.

Perro milagro

En la capital española, por cierto, su nueva dueña lo llevó a casa de una amiga cuyo hijo, por una enfermedad, había quedado en estado vegetal y se enfrentaba a la esperanza de las rehabilitaciones. Max se acercó al chiquillo y olisqueó la crema de cacao que tenía en los dedos. Y fue entonces cuando el niño reaccionó como sus padres habían soñado tantas veces: moviendo el brazo para acariciar a Max. Fue el principio de un milagro que ha terminado cumpliéndose definitivamente en los últimos dos años, pues el niño, que se llama Nicolás y sigue siendo el mejor amigo del perro, ha normalizado ya su vida, como si hubiera bajado una extraterrestre a curarlo con su poder marciano, como si ese poder lo hubiera tenido el perro, como si el principio curativo de todo ese proceso hubiera partido de la suerte compartida que empezó con un perro que fue de mano en mano hasta convertirse en el protagonista de un anuncio sobre la suerte de poder compartir lo que sea, incluso dinero, pero empezando por el amor.