Antonio Gutiérrez Limones ya no es alcalde de «su pueblo»

Tras 21 años en la Alcaldía alcalareña acabó por mimetizarse tanto con el cargo que cualquier ‘pelea’ política contra su persona la extrapolaba al municipio

25 dic 2016 / 20:33 h - Actualizado: 26 dic 2016 / 08:00 h.
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No es este un análisis sobre cómo ha dejado el Ayuntamiento tras 21 años al frente del mismo, ni sobre lo bonito que está Alcalá, ni la cantidad de empresas e industrias que se han asentado en el municipio, ni la cantidad de flores que adornan sus calles. Seguro que en este tiempo habrá habido luces y sombras, pero en su salida del Consistorio, estas, sin dudas, han pesado mucho más.

Tras cinco tomas de posesión en Alcalá de Guadaíra, Antonio Gutiérrez Limones cogió este año que ahora acaba la puerta de salida que le ofrecía su partido como candidato al Congreso de los Diputados, y dejó de ser alcalde de su pueblo –su frase más repetida– entre acusaciones a la oposición de llevar a cabo un pacto anti-Alcalá, cuando más bien era un pacto anti-Limones o anti-PSOE, pero tras más de 20 años de gobierno se pierde la perspectiva.

A diferencia de otros, parece que le ha salido gratis enfrentarse a Susana Díaz para liderar el PSOE provincial en julio de 2012, donde la ahora presidenta se impuso con el 67 por ciento de los apoyos. Y eso a pesar de culpar a Díaz, junto a Villalobos y Viera, de la crisis del partido que entonces era dirigido por una gestora y que, por ejemplo, en la capital, había llevado a arrasar con 20 ediles a la candidatura popular de Juan Ignacio Zoido. Pero, tras la derrota, se unió a la causa susanista y abandonó el sector crítico donde apenas quedaron, y allí siguen, el alcalde de Dos Hermanas, Francisco Toscano, y el exconcejal hispalense Alfonso Rodríguez Gómez de Celis.

En 2013 fue elegido mejor alcalde –Premio Nacional Pablo de Tarso, que concede el Instituto Mexicano de Evaluación, entre los Mejores Alcaldes de España– por «la innovación y la excelencia en el servicio público y su compromiso ambiental», así como por los parques industriales y lograr que Alcalá sea un monumento natural, tras la restauración de la ribera del Guadaíra, y el hecho de ser la segunda ciudad del mundo en metros cuadrados verdes por habitante... y en sus declaraciones posteriores consideraba que el premio reconocía el esfuerzo colectivo de todo el municipio. «A todos lo brindo, a todos lo agradezco», afirmó entonces.

La humildad proclamada en ese momento parece alejada de la denuncia más o menos velada de gobernar Alcalá como si fuera su cortijo, hecho regularmente achacado a quienes llevan muchos años en el cargo y se creen inmunes e insustituibles. Y a las acusaciones de tener «posturas autoritarias» a cargo de dos concejales socialistas que dejaron la corporación «por sus modos». A estos dos hay que sumar la salida de Laura Ballesteros, como concejal no adscrita, a la que Gutiérrez Limones acusaba de «aliarse con los grupos de la oposición para plantear un pacto anti-Alcalá». ¿O era anti-Limones?

En una entrevista concedida en agosto de 2013 a El Correo aseguraba que en 18 años como alcalde se había caracterizado «por la cercanía, el diálogo y la colaboración pública y privada»... Y la soberbia, habría que añadir: «El 80 por ciento de la inversión en Alcalá se debe a mis gestiones en Madrid», aseguraba en la misma.

¡Alcalá soy yo! le faltó decir, o quizás su pueblo se le ha quedado pequeño para un ego tan crecido a lo largo de años de mayorías absolutas en el gobierno del tercer municipio de la provincia. Parece que esto ha influido más en su salida que su presunta implicación en las irregularidades detectadas en la gestión de la desaparecida sociedad Alcalá Comunicación Municipal (ACM) en manos del Tribunal Supremo por su condición de aforado.

Puede que tenga razón para sentirse orgulloso por lo que ha crecido y mejorado Alcalá en sus años de alcalde, pero no debió olvidar que Alcalá son los alcalareños, los que le dieron tantos triunfos y quienes le quitaron su apoyo mayoritario... y quienes, en definitiva, le han colocado donde está.