No es septiembre pero la Aldea de la Divina Pastora - junto al margen del río Viar y a tiro de piedra de Cantillana - era un hervidero de gente. El Niño Jesús había nacido en ella y centenares de personas quisieron ser testigos de su nacimiento. Pero para llegar al alumbramiento del Pastorcito Divino, un recorrido por distintos pasajes contaba tan importante historia. Se trataba de 'Belén se ha convertido en un pueblo Pastoreño', el singular Belén viviente compuesto por escenas estáticas que la juventud de la hermandad pastoreña ha inaugurado en la tarde de este sábado.
Un Belén viviente en la Aldea de Los Pajares
El antiguo olivar de Lapola, en el sitio de Los Pajares, es el destino desde 1952 de la Romería anual de la Divina Pastora, una de las citas romeras más destacadas y esperadas de la provincia. Junto a la ermita, obra de Aurelio Gómez Millán, fue alzándose una aldea de calles de tierra y una arquitectura característica, de casas con porches.
Esos porches han supuesto el escenario perfecto para este Belén. Porque la juventud de la hermandad no quería simular la ciudad de Belén, ni ocultar las casas, sino traer a la Aldea esas escenas sin que perdiera su estética y sin dejar de rememorar la historia bíblica de hace dos milenios. Se planteó así como un recorrido con lienzos vivientes de gran tamaño, donde el visitante pudiera recrearse en composiciones estáticas que fueran relatando el nacimiento de Jesús.
Quince escenas, entre pasajes bíblicos y composiciones costumbristas, conformaron esta primera experiencia de Belén viviente. Escenas mudas, con figurantes inmóviles creando cuadros colosales. Se recorría la Aldea como si se visitase un museo. Y con esa motivación, sus calles se llenaron con celeridad desde primeras horas de la tarde para pasear entre estos cuadros.
Escenas y pasajes bíblicos con inicio en la infancia de la Virgen
La infancia de la Virgen María, principio del plan salvífico de Dios, inauguraba el recorrido. Carteles explicativos relataban el contenido de cada porche - de cada cuadro - para introducir al espectador en la representación, al no haber narración alguna en la visita. Cerámica, barro, orfebrería y telas han conseguido crear cuadros espectaculares. Como el Palacio de Herodes, entre cortinajes y verdes columnas de mármol.
Una escuela donde los niños aprenden los mandamientos, una herrería, la Sinagoga, una panadería y puestos de telas se alternaban entre los distintos pasajes. Como la anunciación a la Virgen, a la que Gabriel le ofrecía una azucena como metáfora de la Encarnación. O la anunciación a los pastores, donde mientras estos vigilaban su rebaños - cabras y ovejas en movimiento, como los pequeños pastorcitos que jugaban con ellos, pues era imposible dejarlos quietos - un ángel refulgente les avisaba del nacimiento de Dios aparecido en un árbol a la espalda de la Ermita.
Los Reyes, a caballo, fueron la única escena en movimiento
Inesperadamente, a lomos de tres caballos, sus Majestades de Oriente hicieron su entrada en el Belén, contrastando su viveza buscando al recién nacido, con su corte de beduinos, ante la inmovilidad del resto de pasajes. Entre idas y venidas por los pasillos del museo pastoreño hacían las delicias de los más pequeños.
La visita de María a Isabel para llevarle la buena nueva y el sueño de José en el que un ángel lo llenó de Fe para asumir el plan de Dios llenaban sendos soportales, con figurantes estáticos pese al frío de la tarde. Hogueras y nubes de incienso acompañaban el recorrido hasta el empadronamiento, y pasar luego a la búsqueda de posada, en un Belén de porches llenos y sin sitio para ellos.
Pasajes también de la infancia de Jesús
El relato inmóvil de este Belén no finalizó con el nacimiento del Niño de Dios. Justo antes de ese momento, el recorrido dio un salto en el tiempo, para mostrar también la infancia de Jesús. Para ello, un templo de lujosos cortinajes y columnas de mármol en la calle Fray Claudio de Trigueros - uno de los precursores de la Romería pastoreña - recreaba la escena del Niño perdido y hallado en el templo, donde el infante Jesús departía con los sacerdotes mientras los Santos Esposos lo buscaban compungidos.
Justo en la casa contigua, otro porche - de igual opulencia y escenografía - plasmaba en óleos vivientes la profecía de Simeón, mientras una espada de dolor atravesaba el pecho de la Virgen. Tras estas dos escenas, el hilo narrativo volvía a su línea habitual para encontrar al Niño Jesús, nacido entre pastores que lo adoraban al pie de la Ermita.
Llegados a este punto, había quien optaba por desandar sus pasos dentro de este museo efímero para recrearse en tantos detalles que un primer vistazo sorprendido no permitía disfrutar. Otros optaban por culminar el paseo en la explanada ante el templo, para degustar dulces propios de la tierra y de estas fechas y disfrutar de una zambombá de villancicos flamencos a cargo del coro de la Hermandad. Y para los rezagados, un Cartero Real ultimaba la recogida de peticiones bajo el dintel de la puerta del santuario pastoreño.
En la tarde de este domingo, de 17.00 a 19.00 horas, volverá a abrirse este singular museo. Y al igual que este sábado, finalizará con la adoración de los Reyes Magos al Niño. Y con todo durante dos días la Aldea de la Divina Pastora habrá sido Belén sin perder su sello ni su idiosincrasia. Y mostrar, como canta un villancico propio de la Hermandad, que "Belén se ha convertido en un pueblo Pastoreño".