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Catorce escalones hacia la libertad

Una vecina de Morón lleva dos años sin salir a la calle porque en su casa es imposible instalar un ascensor. Pide un piso que se adapte a sus necesidades

María Montiel marmondua /
17 ene 2017 / 21:47 h - Actualizado: 18 ene 2017 / 10:03 h.
"Discapacidad"
  • Toñi Gallardo posa junto a su esposo, Carmelo González, en el interior de su vivienda. / M.M.
    Toñi Gallardo posa junto a su esposo, Carmelo González, en el interior de su vivienda. / M.M.
  • Escaleras de la vivienda de Toñi. / M.M.
    Escaleras de la vivienda de Toñi. / M.M. María Montiel

A través de una pantalla. Así es como ve pasar la vida Toñi Gallardo quien desde hace dos años se encuentra postrada en una silla sin poder salir de casa. La luz del sol solo la recibe de una pequeña ventana situada en el salón de su piso ubicado en un primero del barrio del Pantano en Morón de la Frontera.

Tiene reconocida un 83 por ciento de minusvalía física y sufre el síndrome postpolio. Sus débiles piernas sin fuerzas le impiden poder caminar ni hacer fuerzas sobre ellas para apoyarse y bajar los escalones hacia la calle. Solo 14 peldaños la separan de la vía pública, por la que podría pasear con una silla de ruedas que le han concedido hace tan solo tres semanas. Sin embargo, la antigüedad del edificio donde habita y la estrechez del hueco de la escalera dificultan la instalación de un ascensor que finalizaría con sus problemas.

Es por ello que esta vecina solicita ayuda ante un problema, para ella de difícil solución. Toñi, quien tiene una paga de 900 euros –más una ayuda de la ley de dependencia– y con unos gastos que ascienden a 400 euros entre medicinas y fisio, necesitaría una vivienda situada en un bajo para realizar su vida más o menos normal.

Por ello ha pedido ayuda al Ayuntamiento y a la Junta de Andalucía para recibir una vivienda social de la que sí pueda salir a la calle. Ve pasar los días junto a su marido y su pequeño perro aunque «refugiada en los libros y las mandalas para relajarme». No obstante, echa de menos poder visitar a su familia o ir a casa de un vecino porque «aunque vengan a visitarme todo el mundo tiene su vida».

Para ella, bajar la escalera es «como para una persona normal subir al Everest». Un esfuerzo titánico que esta moronense, con su buen humor, lo llama «poner en marcha el dispositivo». Cada vez que tiene que ir al médico, entre dos personas la tienen que bajar en una silla por las estrechas escaleras «con el sufrimiento de que mi marido o la persona que lo ayuda se pueda caer». Es tanto tiempo el que lleva ya entre cuatro paredes que incluso cuando la llevan al médico «la luz del sol o el murmullo de la gente me marea». De ahí que su mayor ansia sea que «me de el sol».

Aunque confiesa que lo ha intentado todo antes de pedir ayuda, su situación es «ya desesperada». Ante eso, ha solicitado al Consistorio esta vivienda social y además «estoy intentado que me den la gran invalidez para, de esta manera, poderme mudar de vivienda». Para agotar todas las posibilidades ha preguntado, a pesar del alto coste, por un salvaescalera, aunque le han dicho que no podría utilizarlo porque «daría con las piernas en la pared».

El alcalde de Morón, Juan Manuel Rodríguez, visitó el viernes a Toñi y le informó de «recursos y ayudas públicas disponibles para completar aquellas de las que dispone». Sin embargo, desde el Consistorio también le han manifestado «la no disponibilidad en estos momentos de viviendas públicas adecuadas a su situación, tanto municipales como del parque público de la Junta, debido al incremento de demandantes de pisos, dada la actual situación de precariedad laboral y de la dificultad de pago de alquileres e hipotecas de numerosas familias.

Esta vecina, quien ha tenido una vida muy activa como responsable de publicidad y marketing en una empresa sevillana, fue diagnosticada de polio con dos años. Sin embargo, «hasta con muletas saltaba a la comba». Su enfermedad no ha sido un hándicap para vivir la vida que ella ha deseado. Fue hace dos años cuando se vio definitivamente postrada en una silla por las secuelas de la enfermedad. Su coche adaptado la espera en la puerta de su vivienda y «aunque me costó superar que iba a estar en una silla de ruedas, lo que peor llevo es no poder salir».

Sus últimos recuerdos andando son de hace tres años «cuando me casé y aunque me tenía que apoyar en las muletas, es la última imagen en la que estoy totalmente disfrutando».

Carmelo González, marido de Antonia, quien con diferentes vídeos a través de las redes sociales cuenta su problema, también ha comenzado una recogida de firmas en la plataforma Change.org bajo el título de «Salir del encierro» para hacer llegar el problema a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz.