Este domingo todos los trenes llegaron en hora a las últimas paradas en Lora del Río. Tras estos viajes finales, las locomotoras apagaron sus luces, para ser desmontadas hasta el próximo trayecto. Y a pesar de tantos viajes que han venido realizando, estos trenes no han llevado pasajeros, al menos reales. Aunque sí han transportado la minuciosidad y dedicación de sus artífices, así como el asombro de los cientos de visitantes que, durante dos fines de semana consecutivos, han visitado la muestra Módulos Ferroviarios, que ha tenido lugar en el salón del Círculo Mercantil Cultural loreño.

La asociación Chafer (Club Hispalense de Aficionados al Ferrocarril) lleva seis ediciones realizando esta exposición. Aunque la sede social se encuentra en Lora del Río, forman parte de ella veinte aficionados al ferrocarril de distintos puntos de la península e incluso de Portugal. Y gran parte de ellos, una vez al año, reúnen sus maquetas y módulos para, a la vez de crear un imaginario y fascinante recorrido ferroviario –que mezcla paisajes reales e imaginarios por donde el caballo de hierro cabalga sobre raíles–, convivir y poner en común su afición, las técnicas y los nuevos avances en el modelismo de trenes.

Aunque la exposición es igual año tras año, en cada edición es distinta. Porque a pesar de ser un circuito continuo en el que se acoplan los distintos módulos, estos ofrecen la posibilidad de conectarlos de diferentes formas y en orden variable. Ello es posible gracias a la «normalización y normativa en común para su construcción», explica el presidente de la asociación, Manuel Galán. Así, 28 grupos de módulos –algunos compuestos por dos o tres partes– se han enlazado de forma totalmente novedosa en un recorrido que los trenes recorrían sin descanso de punta a punta. Siempre bajo la atención de sus creadores, que actuaban como controladores para que los convoyes pudieran llegar puntuales a sus destinos a escala.

A lo largo de los 96 metros del recorrido han circulado durante los dos fines de semana trenes de mercancías y pasajeros, alternándose en las distintas vías, realizando paradas en estaciones, demostraciones de carga y descarga calcadas al milímetro –como descargas de carbón en un puerto–, y uniendo paisajes distantes en el espacio e incluso imposibles en la realidad. Uno de esos espacios irreales pero de gran belleza, por qué no reconocerlo, es el módulo denominado Curva del Santuario, donde los trenes circunvalan junto al Santuario de Setefilla, en el que además una pareja sale tras contraer matrimonio. La estación de las Mallas de Riotinto, el By Pass de Plasencia o el puente del Guadalquivir entre Los Rosales y Alcolea del Río son algunos de los enclaves reales reproducidos a escala. Se suman otros que no expresamente tienen una inspiración real pero que suponen enclaves por los que pasa el tren, como un pinar o el módulo que discurre junto a una etapa del Camino de Santiago.

Cada tren y módulo es operado mediante puestos de control. «Gracias a la tecnología digital se ha facilitado la conexión y se han ahorrado cientos de metros de cableado para el funcionamiento. Ahora es más fácil interactuar con los trenes y las vías», explica el presidente. Como jefes de estación se encontraban algunos de los artífices de las maquetas, como el loreño Ricardo Solís o Miguel Ángel González, de Ponferrada. Pedro León, José Santiago, Guillermo Ruiz o la Asociación Cultural Utrerana Ferroviaria (Acufer) han sido algunos de los autores y propietarios de los módulos.

Y, cómo no, la localidad anfitriona ha tenido una relevante representación. Además del Santuario, otros módulos recreaban el polígono industrial, el pueblo y –la novedad en esta edición– su estación, en la que además aparecía la aledaña Iglesia de Jesús, con tal detalle en su reproducción que hasta incluía el cartel publicitario de la empresa encargada de la restauración del templo, que se ha realizado en fechas recientes. Un módulo en cuya construcción «se han empleado casi 800 horas. A través de fotografías, un ingeniero ha hecho el levantamiento de planos, que luego se han pasado a los diferentes materiales para su elaboración», explica Galán.

El éxito de público es el aliciente para seguir llevando a cabo esta sorprendente muestra. Y efectivamente han sido cientos de personas las que se han vuelto a dirigir hasta la Alameda del Río durante este y el pasado fin de semana para conocer de primera mano las realistas y elaboradas maquetas que se han reunido en esta sexta edición. La afluencia de público la ha certificado la entrada, que si bien es gratuita, requería el aporte de al menos un kilo de algún alimento no perecedero, para destinar al Banco de Alimentos u otros fines solidarios. Como confirmaron fuentes de la organización, en años anteriores se alcanzaron los 500 kilos recaudados y, a falta del recuento final, este año se ha vuelto a superar la marca. Cifra que a buen seguro ayudará a muchas personas y con las que un viaje en alguno de estos trenes, aunque haya sido imaginario, no quede sólo en una anécdota sino en una experiencia inolvidable.