Tres amigos palaciegos (Germánico Gómez, Enrique Armenta y Jesús García) y uno de Gines (Manuel Ochoa) han dado el salto de hacer experimentos en casa con la fermentación de cebada malteada a montar una fábrica artesanal de cerveza, con sus sacas de cereal, su molturador, sus hervidores y sus bidones de fermentación, cuyo proceso puede contemplarse a través del cristal, mientras uno se toma alguna de las dos cervezas creadas hasta el momento: una rubia con aroma cítrico bautizada Pale Ale y otra tostada con el nombre de Amber Ale, u otras cañas también artesanales nacionales e internacionales.
Los maestros de 8 Huellas (como se llama la marca) están ubicados en una nave del polígono industrial El Muro, que han acondicionado como fábrica y centro logístico desde el que distribuyen –de momento en una quincena de bares locales– sus cervezas. Tal vez sin ser muy conscientes de ello, buscando imitar esa cultura anglosajona en la que el cliente saborea no solo el producto con el gusto sino el proceso de elaboración con la vista, han recreado lo que en un municipio tan vinatero como Los Palacios y Villafranca se estilaba tanto hace más de medio siglo: que muchas casas tuvieran lagar propio, bodega y despacho.
«Todo empezó por pura afición», cuenta Gómez, uno de estos peritos agrícolas o industriales, que de ambas profesiones hay, a partes iguales, en esta Sociedad Limitada Laboral. «Eso fue hace cuatro o cinco años, cuando hablábamos de cervezas y terminamos retándonos a hacer una de manera artesanal en mi casa». Luego, el reto fue madurando, perfeccionándose viendo tutoriales en internet y estudiando incluso un máster especializado en la elaboración de cervezas en la Escuela de Ingenieros de Sevilla.
«Mi idea es dedicarme toda la vida a esto, me apasiona», sostiene Gómez, «porque además no terminamos de aprender y creo que podemos seguir trabajando recetas para sacar más y mejores cervezas, aunque las dos que tenemos están gustando muchísimo». De momento, elaboran unos 2.000 litros al mes. «Además, la gente se vuelca con el negocio; no es lo mismo decir he montado una empresa de cerveza artesana que una funeraria», bromea.
Entre sus proyectos inmediatos está organizar catas de cervezas y visitas guiadas a la fábrica para que la clientela, que va creciendo, conozca el proceso de producción. «Abrimos de jueves a domingo, pero creo que al menos estamos contribuyendo a crear una cultura de la cerveza», explica mientras enseña los formatos y los precios, pues el cliente puede pedir una caña, un tercio, un cañón o un cañonazo, que cuestan entre 1,5 y 3,4 euros, respectivamente.