De la última frontera al fin del mundo en bicicleta

El alcalareño Semi Reina ha recorrido 33.000 kilómetros durante dos años y medio: desde Alaska a la Tierra del Fuego, atravesando 14 países

Alberto Guillén Aguillenito /
15 ene 2018 / 06:49 h - Actualizado: 15 ene 2018 / 06:49 h.
  • Semi Reina a su llegada a la Ciudad de Panamá, una de sus muchas etapas de su viaje en bicicleta. / El Correo
    Semi Reina a su llegada a la Ciudad de Panamá, una de sus muchas etapas de su viaje en bicicleta. / El Correo
  • De la última frontera al fin del mundo en bicicleta

«Cuando emprendas tu viaje a Ítaca/ pide que el camino sea largo», dejó dicho Cavafis, expresando un impulso que acompaña siempre al viajero y que está también en el origen de la aventura del alcalareño José Miguel Reina del Valle Semi, quien acaba de culminar la ruta panamericana en su bicicleta, desde Alaska, en el extremo más al norte del continente, hasta Ushuaia, la conocida como ciudad del fin del mundo.

En total unos 33.000 kilómetros durante dos años y medio, a través de 14 países por la costa oeste americana, pedaleando por cordilleras insondables, volcanes en erupción, desiertos gélidos e incluso a través de un huracán. Aunque para el protagonista de esta aventura, después de tantísimas peripecias, paisajes y asombros, si tiene que quedarse con algo es, «con la bondad y solidaridad de las personas; si no fuera por su ayuda este viaje sería imposible. Durante el viaje te encuentras con gente que hace suyos tus problemas, que te da de comer e incluso te acoge en su casa, ese es el aspecto más positivo que he sacado».

Sobre los orígenes de su gesta, Semi, advierte que «el viaje es un estado mental, más que una cuestión de recursos». Asegura que emprendió esta ruta, «por ser la más larga posible en el planeta. Cada vez que hacía algún viaje siempre me quedaba con las ganas de más, así que escogí la panamericana, por ser la que me permitía estar más tiempo viajando sin bajar de la bicicleta». Así que tras 25 años en la enseñanza y 10 como maestro de primaria en el colegio José Ramón, decidió tomarse una excedencia y enfilar el reto, cuya preparación le tomó «unos dos años aproximadamente».

Comenzó a rodar el día 1 de julio de 2015, pocos días después de haber cumplido los 50 años de edad, en la ciudad de Anchorage, Alaska, y en 20 días se puso en Canadá. De este tramo inicial, el viajero recuerda principalmente «la impresionante explosión de naturaleza, la vida salvaje (llegó a grabar a un oso pescando salmones) y la increíble sensación de libertad». Dos meses más tarde ya estaba en suelo estadounidense, donde al pasar por Oregón, se vio una noche «corriendo detrás de unos mapaches en pleno bosque tras darme cuenta de que me habían robado la comida».

Al borde de su primera Navidad en la carretera, en diciembre de 2015, alcanzó la frontera de México, llegando a Tijuana, donde a los 20 minutos de rodar por sus calles «me invitaron a comer en un puesto de comida callejero». Fue el bondadoso preludio de unas fiestas que pasó en Baja California, hasta donde se desplazó su familia en pleno para compartir las festividades con el aventurero. Tras año nuevo, otra vez a la carretera, siempre con su ritmo planificado, «cinco días de pedaleo, dos de descanso y una media de 60 kilómetros diarios».

Sin dejar de pasar por Cancún ni la península de Yucatán, hizo breve escala en Cuba y cruzó a Belice para entrar en Centroamérica, «la zona más evidentemente paupérrima del viaje». Costa Rica y Panamá, para que una vez llegado a Portobello lo pillara el Huracán Otto, que lo tuvo incomunicado una semana. En el archipiélago de San Blas vivió un naufragio junto a varios compañeros y por fin alcanzó Colombia, «el país con la gente más amable y generosa que jamás he conocido», que atravesó por el «eje cafetero» y donde pasó su segunda Navidad en la carretera. En enero cruzó Ecuador y entre febrero y marzo Perú, no sin aventuras: quedó otros 20 días incomunicado en Trujillo, visitó Machu Pichu y acampó una noche en plena orilla del lago Titicaca.

El cono sur lo recibió con temperaturas gélidas, que le recordaron su inicio en Alaska. Cruzó Bolivia, con especial recuerdo del Salar de Uyuni, donde llegó a soportar una noche los 20 grados bajo cero. El frío lo impulsó como un cohete hacia Chile, que recorrió a través de la carretera Austral, y Argentina, donde convivió con pastores y camioneros en la Patagonia. Finalmente alcanzó Ushuaia, «la ciudad del fin del mundo», el 30 de noviembre de 2017.

La guinda al pastel de su esfuerzo le vino en forma de reconocimiento al llegar a Alcalá, justo antes de Nochebuena, donde el cicloviajero entró, como no podía ser de otra forma, montado en su bicicleta. A la entrada del pueblo lo esperaba la Policía Local, que junto a cientos de pedaleantes lo escoltaron en un recorrido por las calles hasta llegar al parque Centro, donde lo recibió la alcaldesa, además de su familia, amigos y un nutrido grupo de alumnos, pancarta en mano. De toda esta aventura dará buena cuenta en un libro que está preparando y llevará por título Camino panamericano. De la última frontera al fin del mundo, que aunque no tiene fecha de edición, Semi asegura que «ya se está preparando».